miércoles, 12 de febrero de 2020

TODOS SOMOS HERMANOS EN CRISTO.

¡Jamás voy a aceptar que alguien que no es de mi partido o club sea mi hermano… y menos todavía si me hizo algún mal!

El Evangelio cuenta que Pedro pregunta: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga?. (Mt. 18, 21-35)      

Al decir hermanos nos referimos a la familia, pero en la Iglesia somos hermanos en Cristo: “Los cristianos somos hermanos en Cristo”. (Col.1, 2).

Por el bautismo somos herederos del Reino y miembros del cuerpo, cuya cabeza es Cristo. ¿Acaso elegimos a nuestros hermanos carnales?

La Iglesia es una unidad en Jesucristo para que no haya distinción ni separación. Sabemos que por amor a nosotros, Jesús se hizo “pecado”…nos ayuda y redime.

Luego, Jesús es nuestro hermano mayor. Ser hermanos en Cristo es una gracia, que nadie merecemos.

Verdad es que hay gente mala que nos “jode” la vida. Otros katú, por ñe é reí, nos causan problemas en el trabajo, en la casa, entre amigos. Aún así, tenemos que tolerarnos, convivir sin peleas y, buscar la posibilidad de perdonarnos…

Es fácil decirlo. Pero ¿acaso hay algún mortal que esté “libre de pecados? Y, ¿no deseamos el perdón de nuestras víctimas a quienes también ofendemos?

Por eso, la Iglesia es una riqueza, donde tenemos hermanos, no sólo de sangre. “Los antiguos enemigos pasan a ser ahora hermanos” (Efesios 2, 13-15).

Somos hermanos porque en esa familia todos tenemos un mismo Padre, un mismo Señor, que es Jesús el Salvador, Redentor, Señor…  

Es “urgente y necesario” mirarnos como seres humanos-hermanos, a pesar de las diferencias: de raza, color, club, política partidaria, credo, etc.

I Japú -miente- quién dice: “Amo a Dios, si desprecia a su hermano”, porque si no ama a su hermano a quien ve; ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve? (1ª Jn 4, 20)

Ser hermanos en Cristo no significa ser socios, sino personas que procuran vivir como mandó Cristo. No es fácil: El cristianismo es ¡un estilo de vida, no una linda poesía!

Hay que perdonar a los demás ¡somos hermanos en Cristo, nos guste o disguste!           

Entender la Carta a los Ef. 6, 12, es un modo de entender a la Iglesia. Es sentirnos todos hermanados luchando contra un mismo enemigo. Luego, nos necesitamos….

Conclusión: no seríamos tan malos unos con otros, si entendiéramos las siguientes verdades:

1. Todos tenemos un mismo origen; no importa si nacimos en la calle o en el palacio de Mónaco.

2. Todos tenemos la misma naturaleza: nacimos del mismo “barro”, es decir, nadie nació con “sangre azul”. La sangre que corre por las venas del corrupto, reo o pobretón, es del mismo color, que corre por las venas del nuevo epulón o santo.

3. Todos tenemos la misma vocación: es decir, somos llamados a ser felices viviendo en paz, solidaridad y amor a Dios  y a los demás.

4. Todos tenemos el mismo destino: volver a nuestra morada final, el cielo (Jn, 14,3)
 ¡La oración del “Padre Nuestro” no nos deja otra opción!  

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