¡Jamás
voy a aceptar que alguien que no es de mi partido o club sea mi hermano… y
menos todavía si me hizo algún mal!…
¡La oración del “Padre Nuestro” no nos deja otra opción!
El Evangelio
cuenta que Pedro pregunta: “Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a
mi hermano las ofensas que me haga?. (Mt. 18, 21-35)
Al decir hermanos nos referimos a la familia, pero en la Iglesia somos hermanos en Cristo: “Los cristianos somos hermanos en Cristo”. (Col.1, 2).
Al decir hermanos nos referimos a la familia, pero en la Iglesia somos hermanos en Cristo: “Los cristianos somos hermanos en Cristo”. (Col.1, 2).
Por el bautismo
somos herederos del Reino y miembros del cuerpo, cuya cabeza es Cristo. ¿Acaso
elegimos a nuestros hermanos carnales?
La Iglesia es
una unidad en Jesucristo para que no haya distinción ni separación. Sabemos que
por amor a nosotros, Jesús se hizo “pecado”…nos ayuda y redime.
Luego, Jesús es
nuestro hermano mayor. Ser hermanos en Cristo es una gracia, que nadie
merecemos.
Verdad es que
hay gente mala que nos “jode” la vida. Otros katú, por ñe é
reí, nos causan problemas en el trabajo, en la casa, entre amigos. Aún
así, tenemos que tolerarnos, convivir sin peleas y, buscar la posibilidad de
perdonarnos…
Es fácil
decirlo. Pero ¿acaso hay algún mortal que esté “libre de pecados? Y, ¿no
deseamos el perdón de nuestras víctimas a quienes también ofendemos?
Por eso, la
Iglesia es una riqueza, donde tenemos hermanos, no sólo de sangre. “Los
antiguos enemigos pasan a ser ahora hermanos” (Efesios 2, 13-15).
Somos hermanos
porque en esa familia todos tenemos un mismo Padre, un mismo Señor, que es
Jesús el Salvador, Redentor, Señor…
Es “urgente
y necesario” mirarnos como seres humanos-hermanos, a pesar de las
diferencias: de raza, color, club, política partidaria, credo, etc.
I Japú -miente- quién dice: “Amo a Dios, si desprecia a su hermano”,
porque si no ama a su hermano a quien ve; ¿cómo puede amar a Dios a quien no ve?
(1ª Jn 4, 20)
Ser hermanos en
Cristo no significa ser socios, sino personas que procuran
vivir como mandó Cristo. No es fácil: El cristianismo es ¡un
estilo de vida, no una linda poesía!
Hay que perdonar
a los demás ¡somos hermanos en Cristo, nos
guste o disguste!
Entender la
Carta a los Ef. 6, 12, es un modo de entender a la Iglesia. Es sentirnos todos
hermanados luchando contra un mismo enemigo. Luego, nos necesitamos….
Conclusión: no
seríamos tan malos unos con otros, si entendiéramos las siguientes verdades:
1. Todos tenemos
un mismo origen; no importa si nacimos en la calle o en
el palacio de Mónaco.
2. Todos tenemos
la misma naturaleza: nacimos del mismo
“barro”, es decir, nadie nació con “sangre azul”. La sangre que corre
por las venas del corrupto, reo o pobretón, es del mismo color, que corre por
las venas del nuevo epulón o santo.
3. Todos tenemos
la misma vocación: es decir, somos llamados a ser felices viviendo en
paz, solidaridad y amor a Dios y a los
demás.
4. Todos tenemos
el mismo destino: volver a nuestra morada final, el cielo (Jn, 14,3)
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