jueves, 18 de enero de 2018

POR NUESTRAS PALABRAS o SILENCIOS

¡SEREMOS JUZGADOS!

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Decir las palabras correctas en los momentos adecuados es una virtud que particularmente deseo obtener. Saber cuándo y qué hablar, encontrar el dominio entre la palabra y el silencio es una virtud íntimamente ligada a la sabiduría. ¿Cómo lograrlo?

Afirman que la capacidad de escuchar es superior a la de hablar. Los sabios hablan poco pero con tino y profundidad, mientras invierten mucho tiempo en escuchar, ver y callar. De ahí el conocido refrán: "Ver, oír y callar, son cosas de gran preciar".

Gran parte del éxito en las relaciones interpersonales se debe a la capacidad de escuchar, pues no pocas veces, hablar de más palabras vanas y sin sentido, está ligado a la estupidez y, paradójicamente, a no tener nada que decir. "Somos dueños de nuestros silencios y no de nuestras palabras", sentencia el refrán.

Con razón decía Mark Twain: “El hombre es el único animal que come sin tener hambre, bebe sin tener sed y habla sin tener nada que decir”. Por ello, escuchar el doble de lo que se habla, es buena idea; tenemos dos oídos y una boca.

Por lo dicho y no dicho, es recomendable tener en cuenta las enseñanzas del Maestro: “Pero les digo que de toda palabra inútil que hayan pronunciado, darán cuenta en el día del juicio…por tus palabras serás juzgado, y por tus palabras serás declarado inocente o culpable” (Mateo 12,36).

La palabra honesta mucho vale y poco cuesta. Quizá por considerar que la palabra no tiene precio en el mercado, nada vale. Emitimos comentarios y ofendemos sin conocer la realidad. Sembramos desorden y tristeza en lugar de risas y alegría. Criticamos mucho y valoramos poco.

Antes de criticar, pensemos en el daño que causan esas "inocentes" palabras que decimos. ¿Por qué no decir palabras restauradoras? ¿Por qué no decir cosas agradables como ¡gracias! ... ¡qué bien lo hiciste! ... puedo ayudarte?... ¡valoro tu trabajo y tu esfuerzo!

Los pensamientos y el corazón son la antesala de la palabra. Por eso, aquello de que “dije nomás” no siempre es inocente, porque: "De la abundancia del corazón habla la boca" (Mateo 12,34). Sólo se generar agua limpia si el corazón, no contiene agua podrida.

En el día a día de nuestra existencia nos enfrentamos con dilemas éticos de callar o hablar. ¿Cuántos casos de corrupción, robo y otros tipos de inconductas callamos?

También tenemos a flor de piel eso de: "No te metas, ¿qué te importa?, podés perder tu trabajo y complicarte la vida..." ¿Acaso no vivimos situaciones de injusticia a cada momento... y qué hacemos? ¿Callamos o hablamos?

Hay casos, sin embargo, en que muchas veces el silencio es extrema cobardía y no precisamente prudencia. Muchos no hablan por no comprometerse. ¿Cuántos silencios son cómplices de horrendos crímenes?

Sepultar la verdad con el silencio es atentar contra ella; y la no verdad es mentira, y la mentira es pecado capital. Cuántos hoy ¿no estarán arrepentidos de no haber dicho una palabra que podía evitar una injusticia? También el silencio puede entenderse como: "estamos de acuerdo".

En nuestra actual fauna corrompida por la corrupción que nos corroe, ¿cuántos crímenes, violaciones, robos y demás conocidos etcéteras tienen como cómplice al "silencio", por no tener postura ante diarias arbitrariedades e injusticias?

Es triste y desagradable ver a alguien que se “vende” como persona honesta, peor aún, si se declara cristiano, hablar en un vulgar “arrieraje”, que en lugar de edificar manda a otros al infierno cuando no está calumniando…muchos lo hacen para estar en “onda”, o más estúpidamente, para impresionar.

No se trata de adoptar un lenguaje puritano, beato, hipócrita y pedante, desfasado de la realidad. Tampoco se pretende hablar un “lenguaje al estilo Teresa de Calcuta”. Simplemente se torna innecesario caer en la bajeza lingüística que caracteriza a tantos “progres” posmodernos. No se es más ni mejor por hablar como un imbécil solo por o de “onda”.

¿Qué perdemos por pensar la verdad, decir la verdad y vivir la verdad?. Nada. Al contrario, ganamos mucho si pronunciamos palabras de vida y no, palabras cadáveres. El juicio final será pata TODOS.  Esta realidad no depende ni de mis gustos o creencias.

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