miércoles, 10 de enero de 2018

EL ADMINISTRADOR POKARÊ (LETRADITO)

                                      LECCIÓN  DE VIDA  (Lucas 16, 1-8)

Resultado de imagen para ladron salvado por cristoEra un hombre rico que tenía un administrador a quien acusaron ante él de corrupto; le llamó y le dijo: "¿Qué oigo decir de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque ya no serás  mi administrador".

Se dijo a sí mismo el administrador: "¿Qué haré… mi señor me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer (…) Y convocando uno por uno a los deudores de su señor, dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi señor?"

Respondió: "Cien medidas de aceite." Él le dijo: "Toma tu recibo, siéntate en seguida y escribe cincuenta." Después dijo a otro: "Tú, ¿cuánto debes?" Contestó: "Cien cargas de trigo." Le dijo: "Toma tu recibo y escribe ochenta."

Dice el Papa Francisco: Este administrador es un ejemplo de mundanidad. Alguno de ustedes podrían decir: ¡pero, este hombre ha hecho lo que hacen todos! Pero todos, ¡no! Algunos administraciones de empresas, administradores públicos, algunos administradores de gobierno (...) Pero es un poco esa actitud del camino más corto, más cómodo para ganarse la vida.

En la parábola el patrón alaba al administrador deshonesto por su 'astucia'. La costumbre del soborno es una costumbre mundana y fuertemente pecadora. Es una costumbre que no viene de Dios: ¡Dios nos pide llevar el pan a casa con nuestro trabajo honesto! Y este hombre, administrador, lo llevaba pero ¿cómo? ¡Daba de comer a sus hijos pan sucio!

Y sus hijos, quizá educados en colegios caros, quizá crecidos en ambientes cultos, habían recibido de su padre suciedad como comida, porque su padre, llevando pan sucio a casa, ¡había perdido la dignidad! ¡Y esto es un pecado grave! Porque se comienza quizá con un pequeño soborno, ¡pero es como la droga eh! La costumbre del soborno se convierte en dependencia. 

Ante esta situación, nosotros pensamos que ese administrador, aunque haya cambiado de actitud, no es de confiar. En cambio, para Cristo tiene más valor el cambio de comportamiento que el pecado. Él conoce nuestras miserias, pero basta un sincero arrepentimiento y que le pidamos perdón, para que nos devuelva su confianza y se sienta orgulloso de nosotros, como el amo de la parábola con su administrador.

Jesús nos invita a ser sagaces. Esta cualidad debe ser expresión de la caridad cristiana. La astucia, relacionada siempre con el maligno, significa fingir, mentir, engañar, para lograr lo que queremos. En cambio, la virtud humana de la sagacidad consiste en la habilidad para encontrar los medios justos y más eficaces para alcanzar un objetivo, como puede ser vivir nuestra fe y amor a Dios.

Llama la atención ver cómo algunos son muy capaces de obtener lo que se proponen en el trabajo, la familia o con las amistades. En cambio se comportan con temor y se sienten impotentes a la hora de hablar de Jesucristo y de su doctrina, o de hacer algo por la construcción de la civilización de la justicia, y del amor cristiano.

Pensándolo bien, el Señor nos da una enseñanza muy saludable. El evangelio no nos presenta como modelo a seguir en su injusticia, sino como ejemplo a imitar por su sagacidad previsora. En efecto, la breve parábola concluye con estas palabras: “El amo felicitó al administrador injusto por la astucia con que había procedido”

Esta parábola se llama contradictoria para que comprendamos que si pudo ser alabado por su amo aquél que defraudó sus bienes (no por el fraude en sí), deben agradar a Dios mucho más los que hacen aquellas obras según sus preceptos

Se trata de un hombre que se ve en la ruina y busca salida. Esta es la lección de la parábola. A pesar de ver ante nosotros la muerte destrozando ilusiones y proyectos de futuro, no siempre buscamos salida a esta situación. Al contrario, nos empeñamos en actuar como si nuestra vida aquí en la tierra no hubiese de finalizar nunca.

No todos tendremos la misma suerte de Dimas, el ladrón salvado por Cristo en el último momento de su vida. 

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