Evangelizar es el acto de anunciar y pregonar el evangelio de Jesús, es decir, de difundir el cristianismo. Luego, evangelizar es tarea necesaria de todo bautizado. Por lo tanto, la evangelización es una función de los que creen en Cristo, dice Eleuterio Fernández G).
“Predica el mensaje, insiste cuando sea oportuno y aun cuando no lo sea. Convence, reprende y anima, enseña con toda paciencia. Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina”. (Timoteo 4-2)
Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por la picazón de oír novedades; apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a los mitos y mentiras.
“Tú, en cambio, pórtate en todo con prudencia, soporta los sufrimientos, realiza la función de evangelizador, desempeña a la perfección tu ministerio” (Timoteo 4-5)
En la 2ª Carta a Timoteo, versículos 2 y 5 capítulo 4, el apóstol Pablo dijo que existe algo sobre lo que no podemos hacer: postergar lo que nos corresponde evangelizar. En tiempos de tribulación, y persecución de la Iglesia y de sus fieles, es aún, más necesaria.
Cuando concluía el Gran Jubileo del año 2000, Juan Pablo II regaló al mundo la Carta Apostólica: “Al comienzo del nuevo milenio”. Así, en orden a la importancia de la evangelización decía lo siguiente:
Repito la “llamada” a la nueva evangelización ... hace falta reavivar en nosotros el ardor de la predicación apostólica de Pentecostés. Porque: ¡ay de mí si no predicara el Evangelio! (1 Co 9,16).
Lo mundano nos propone dejar la doctrina de la Iglesia; hace que nuestra fe se aleje de la Verdad, para que vivamos de acuerdo con el mundo que quiere romper con la Tradición y hacer, incluso, burla del Magisterio de la Iglesia.
Todo lo bueno y mejor está en la evangelización: la vida eterna. Y por eso, evangelizar a tiempo y a destiempo es una obligación de todo discípulo de Cristo. ¡Ta upéicha!