Dice el padre Fernando Pascual: “El cristianismo no puede dejar de anunciar
el mensaje de Cristo. Jesús no dejó de predicar el amor, la misericordia y la
necesidad de vivir según los mandamientos y las bienaventuranzas. La Iglesia fue
perseguida de muchas maneras a lo largo de la historia.
En los primeros siglos fue considerada como un grupo subversivo, una secta
que ponía en peligro el orden social y enemiga de los valores del imperio
romano. Se inventaron calumnias y difamaciones contra la gente. Presentaban a
los cristianos como pervertidos y criminales, capaces de todo tipo de
atrocidades.
Cuando la Iglesia fue socialmente aceptada, empezó a colaborar en diversos
modos con el estado, y no por eso cesaron las persecuciones. Gobernantes, reyes
y emperadores, querían controlar a la Iglesia y disminuir su tarea evangelizadora.
Y se desarrolló de muchas maneras, sin excluir la violencia que llevó a la
muerte a muchos cristianos ejemplares.
Con la edad moderna los ataques generaron una virulencia mayor. Algunos
presentaron a la Iglesia como enemiga del verdadero progreso del hombre, pues
decían que dominaba las conciencias e impedía la libertad de pensamiento.
El Iluminismo, (movimiento filosófico, religioso y espiritual) de modo especial, promovió una imagen de la Iglesia
falseada. La veía como una sociedad intransigente, totalitaria, represiva y
defensora de ideas que permitían la opresión de la gente inculta.
Se
pensó luego, que con la creación de estados liberales y democráticos se
rompería esta situación, se difundiría la cultura, y la Iglesia perdería en
poco tiempo su influencia social. Pero no todo fue pacífico; hubo grupos
radicales que atacaron directamente a obispos, sacerdotes y religiosos, y
robaron a la Iglesia a muchos monasterios y hospitales.
Se movieron las ideologías totalitarias del siglo XX: el comunismo,
el nazismo y el fascismo.
Controlar y denigrar a la Iglesia permitiría al partido o al dictador de turno
dirigir la vida de toda la sociedad, sin el freno que podría representar una
Iglesia que influyese en las conciencias y que enseñase el respeto a principios
éticos por encima de las imposiciones de quienes ejercían, despóticamente el
poder.
El
actual mundo democrático reconoció un gran espacio de acción a la Iglesia y a
las personas qóe creen en religiones distintas, pero saltan nuevos elementos y
señales de conflicto. En concreto, cada vez son más frecuentes los ataques
contra la Iglesia por parte de personas que dicen defender los valores de la
ciencia y la tolerancia.
Nos
fijamos en algunos ataques que se repiten periódicamente en dos ámbitos
concretos: la ciencia y la fe: Iglesia e investigación científica. Algunas personas consideraban que la Iglesia frena la investigación
científica al defender, por ejemplo, que el embrión es un ser humano desde el
inicio de su concepción.
Con ideas como estas, dicen, la Iglesia comete una grave injerencia en un
campo exclusivo de la actividad científica, un error como el que se hizo en el
siglo XVII cuando se condenó a Galileo.
La Iglesia frustraría la experimentación con embriones y la esperanza de
millones de personas que algún día podrían ser curadas de enfermedades como la
diabetes. Si “sobran” embriones ¿por qué no usarlos para obtener células que
ayudarían a curar tantas enfermedades humanas? La oposición moralista de la
Iglesia sería así, injustificada y opresiva.
Con este ataque (un botón de muestra) se busca impedir a la Iglesia una actividad
que ejerció durante siglos: Defender la dignidad y el valor de todo ser
humano, desde su concepción hasta su muerte natural, como también en todo lo
que se refiere a la medicina y a la investigación científica.
Pero, no faltará quien diga que la Iglesia en otros tiempos no defendía la
dignidad humana, y recordará el tema de la Inquisición. Sin embargo, la
Inquisición, con todos los errores que haya podido cometer, nunca condenaba a
hombres simplemente por ser pequeños o grandes, por ser de una raza o de otra,
por tener un defecto genético o por no tenerlo.