No es necesario vastos conocimientos para concluir que la tan cacareada palabra “ética” –en lo personal y profesional- está envilecida, aquí allá.
Creo que todas las instituciones públicas y privadas cuentan con manual o código de ética. Cabe suponer que estos códigos impidan que deshonestos empleados, dañen a quienes dicen servir.
Curiosamente, la señora corrupción crece y se posiciona como un cliché en casi todos los entes públicos, por lo que se afirma que hoy, la corrupción hizo “metástasis” en todo el planeta.
Si la causa de tantos saqueos y crímenes del mbareté-pokaré, es la corrupción…si política y vida pública es nido de insaciables “tiburones con dientes largos y afilados” ¿sirven los códigos de ética?
En este pandémico pandemóniun mundial, crecen denuncias de robos en compras de equipos de UCI, ventiladores, mascarillas, hospitales de campaña construidos con sobreprecio, o nunca construidos...etc.
Pero, hay quien dice: la corrupción es como “segunda piel”, desde el mal iniciado en aquel “fatal error gastronómico ocurrido en el paraíso” (cuando Eva comió la manzana prohibida).
Así, cualquiera sea el sistema político, el mal seguirá nomás luego sin frenos ni muros.
La historia muestra que la corrupción es propio del ser humano, no tiene fronteras y no distingue épocas, ataca a todos los sistemas políticos. Luego, alguien peca por a paga y otro paga por pecar, dirá sor Juana Inés de la Cruz.
La Profesora Susan Rose–Ackerman dice: “Como cualquier intercambio, la corrupción requiere de dos actores: un comprador y un vendedor. El comprador del sector privado soborna al vendedor del sector público para obtener algo” (...)
Corrupción es: abuso de poder, malversación, engaño, perversión de la justicia, fraude electoral, evasión de impuestos, tráfico de influencias, regalos, bienes en especie, o favores sexuales, etc.
Otras conductas antiéticas: Manipular la opinión pública. Atemorizar a la población. Ocultar cosas perjudiciales para la sociedad. Priorizar al partido en perjuicio del bien común ¿Y el código de ética?
¿Dónde están los engreídos “jejapó” y su “currículo-ridiculismo-académico”, al exhibir carretilladas de cartones: doctorados, congresos, certificados?. Con toda razón dice Isabel Iglesias:
“Ser un profesional con ética profesional hoy no está de moda”, y agrega:
“El riesgo de dejar tu ética profesional a la entrada de la oficina es que una vez hecho, lo repetirás; el riesgo de convertirte en un profesional sin alma (malevo) es muy elevado.
Así las cosas, en una institución donde reina vigorosa la señora corrupción, el tan cacareado código de ética es tan útil como "muleta de cera en el asfalto caliente".