En ningún caso la venganza personal es justificada.
Porque de ser así, no se podría vivir en el mundo ya que, todos nos creeríamos
con derecho a vengarnos de cualquiera que nos ofende. ¡Sólo el fuerte Perdona!
Curiosamente, vengarse es mucho más
fácil que perdonar. Pero, es posible que lo “difícil” no lo sea tanto, si
tomamos conciencia, de que quienes no perdonan a otros, cometen los
mismos o peores vicios y pecados que critican. (Lc. 6,42)
Es necesario perdonar. Saber perdonar
requiere de voluntad. Dice Madre Angélica: “Cristo nos pide que perdonemos,
pero jamás nos ha pedido que deseemos hacerlo (…) Si esperas que aparezca en ti
el instinto natural de perdonar, esperarías mucho tiempo”…
Se oye decir, yo perdono pero no olvido,
a lo que el recordado P. Jorge Loring responde: El olvidar puede ser difícil
porque no depende de nuestra voluntad. Uno puede perdonar de corazón y no poder
evitar el recuerdo. ¡Sólo el fuerte Perdona!
Lo que Cristo manda no es un amor
sensible, pues esto no depende de nuestra voluntad. Se trata de un amor de
benevolencia, un amor desinteresado, un amor que devuelve bien por mal, que
hace el bien al que nos hace daño, independientemente de nuestros sentimientos.
Un amor efectivo, no afectivo (…)
El amor a nuestros enemigos que pide el
Evangelio no obliga a una amistad con ellos, sino que prohíbe el
odio y la venganza o el desear algún mal…Claro está que es lícito
exigir la reparación de un daño recibido, pero no por odio ni por venganza,
sino por deseo de justicia…utilizar medios justos para hacer justicia. (J. Loring-Para Salvarte
p.388).
Es verdad que hay personas a quienes
consideramos indignas de nuestro perdón, pero no se perdona porque ellos lo merecen,
sino porque es un pedido de Ñande Jara, quien perdona nuestros
múltiples y colosales pecados, sin que mínimamente lo merezcamos.
Verdad también es que, perdonar exige
una predisposición más allá de toda lógica, pues no es lógico perdonar al ofensor:
lo “lógico” en este valle de lágrimas es, devolver el mal y si es posible, con
mayor intensidad e intereses, incluido. ¿Ajepa?
Es de personas con espíritu sereno y
magnánimo distanciarse por un tiempo de quien lo ha ofendido, para aquilatar la
dura tarea que supone perdonar, repetía Secundino Núñez. ¡Sólo el fuerte Perdona!
La oración del Padre Nuestro, es un
bálsamo para sanar las dolorosas heridas del ofensor: “ha amó hapó pe” es conditio sine qua non; perdonar
si queremos ser perdonados.
La propuesta de perdonar no es masoquismo,
es una maravillosa ocasión para liberarnos a nosotros mismos de la pesada
cadena del resentimiento y no para liberar de culpa a quien ofendió.
¡Pidamos na un ayudo mi mba é a la
Virgencita de Caacupè! ¿Sí pa anguirú?