Decía
aquel profesor: “la prudencia es una de las virtudes más importantes en la vida”.
Supone cuidar el modo de
hablar, distinguir lo bueno y lo malo, actuar de manera recta, prevenir que
otros nos engañen, obrar con sentido común en lo que hacemos y decimos.
¡Seamos
prudentes al hablar! No juguemos con los sentimientos de nadie ni
permitamos que otros lo hagan con nosotros. Tratemos a los demás como nos
gustaría ser tratados. Es fácil dejarse llevar por el entusiasmo y decir cosas
de las que luego nos arrepentimos.
¡Seamos prudentes en nuestra conducta! Incluyamos buenas actitudes a nuestro modo de ser: respeto al otro, coherentes entre lo que decimos y hacemos. No abusemos de la confianza de los amigos. Al contrario, seamos ejemplo de compañerismo y amistad.
La
prudencia nos libra de problemas y ayuda a las buenas relaciones. Así podemos
crecer y manejar con éxito cada uno de nuestros asuntos, sin tener que lamentar consecuencias de alguna acción incorrecta.
Sócrates,
famoso por su sabiduría y gran respeto a sus semejantes, propuso los tres filtros. Se refieren a una anécdota muy conocida. Es gran lección de vida,
que se aplica a aquellos casos donde prevalece el “se dice que”, “me
dijeron”, “upeicha o je´é”.
En una ocasión, uno de los discípulos muy agitado le dijo que se encontró con uno de sus amigos y que, este le había hablado de Sócrates con gran maldad. Sócrates le dijo: ¡calma!
Porque,
antes de escuchar lo que tenía para contarle, el mensaje debía pasar por 3 necesarios filtros. Si no los superaba, la noticia no era digna de ser
escuchada…el sabio
preguntó a su discípulo:
- “¿Estás absolutamente
seguro de que lo que vas a decirme es verdad?”
El
discípulo pensó un momento y dijo: No estoy seguro de si lo que escuché, es
verdad.
- “Entonces no sabes si todo es verdad o no”, preguntó Sócrates. El amigo admitió que no.
El maestro hizo una segunda pregunta: “¿Lo que vas a decirme es bueno o no?” El discípulo contestó que no era nada bueno. Todo lo contrario. Lo que tenía para contarle, le causarían malestar y aflicción.
Sócrates insistió: “¿Vas a decirme algo malo, pero no estás seguro de que sea cierto?”. El discípulo admitió que así era.
Entonces,
el maestro plantea una tercera pregunta: “¿Es útil lo
que tienes que decirme?”
El discípulo dudó. No lo sabía. Quizás solo lo alejaría de ese amigo, pero como no sabía si era verdad, bueno ni útil, paró con eso de: “es lo que escuché, me dijeron, dice que".
¿Por qué se dice algo que no sabe si es cierto, bueno,
ni útil? Verdad, bondad y utilidad son los tres filtros de Sócrates. Estas preguntas debemos
hacernos antes de decir algo: ¿Estoy seguro de que lo que voy a decir es cierto?; ¿es bueno?; ¿Es útil
o necesario decir?
Y, preguntar una y otra vez: ¿Me consta? ¿Puedo probarlo? ¿Estoy dispuesto a jugar mi honor por esto? ¿Beneficia al otro, a mí mismo? ¿Mejorará la relación con los otros? Al escuchar o contar el mensaje, ¿mejorará la vida de uno o del otro? ¿Daña saber o no saber?
Dice al refrán: ¡Somos
dueños de nuestro silencio y esclavos de nuestras palabras!
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