Ética es hacer el bien y evitar el mal. Luego, el cristianismo es un estilo de vida, estar atentos a las cosas de arriba; no en las cosas de la tierra (Co 3, 1-3).
Dice el CIC 1691: “Cristiano, reconoce tu dignidad. Puesto que ahora participas de la naturaleza divina, no degeneres volviendo a la bajeza de tu vida pasada. Recuerda a qué Cabeza perteneces y de qué Cuerpo eres miembro.
CIC 1694: “Incorporados a Cristo por el bautismo…participando en Su Vida (...) Y en unión con él (…) conformando pensamientos, palabras y acciones con “los sentimientos que tuvo Cristo” (Flp 2,5) siguiendo sus ejemplos (Jn 13,16).
Sabemos cómo comportarnos, pero no lo
hacemos. Conocemos la ley, pero la violamos. Benedicto XVI decía: “Gran
enfermedad de nuestro tiempo es su déficit de verdad”.
Causas: Ignorancia. Mal entendida tolerancia. Relativismo… Que algo sea malo o bueno “depende de”. Entonces, ¿qué de nuestro compromiso bautismal, el vivir como sacerdote, profeta y rey?
¿Cómo nos portamos? ¿No somos cómplices de malas prácticas (graves o leves), al abrir las piernas a la gran “prostituta universal”, como diría Shakespeare, en referencia al dinero, “pirá piré”; o para no ser intolerante “kanguero” ante los infractores?
Se confunde legalidad con moralidad. Un crimen permitido por ley nunca fue, es ni será bueno. El asesinato es y será siempre crimen, no importa el nombre que se le dé (interrupción del embarazo o interrupción de la respiración, si muere por haber sido estrangulado).
Debemos preguntarnos siempre: a) ¿Soy digno? Dignidad significa, decencia, nobleza, responsabilidad, respeto al “otro” y a sí mismo. La dignidad es don divino: todos tenemos el mismo origen, la misma naturaleza, la misma vocación, el mismo destino.
b) ¿Quién soy yo cuando nadie me ve? Este incómodo auto-acoso, llevará a otra pregunta… ¿soy Honesto e Integro? Es que los errores de conciencia no se ven, no se pesan, no se palpan ni se miden.
Para el verdadero cristiano, la respuesta es
vital. Moral cristiana es moral evangélica. La crisis ético-moral
es compleja. Dos cosas de esa crisis deben interesar al cristiano comprometido:
“Mi” verdad y “la” verdad.
¿Conveniencia o convicción?.
Estimo que: “Ñande población haicha ha'e: 50% corrupto
por acción. 45% por abstención. 5% correcto. 3 pruebas de conducta diaria aunque nos
creamos "buenitos":
1.Nuestra palabra, ¿qué vale? Incumplimos promesas sin rubor, una y otra vez.
2.Violamos descaradamente
reglas de tránsito (y otras) dando mal ejemplo.
3.Cobardía ponciopilatiana. Nos
falta coraje para practicar la corrección fraterna.
Por tanto, somos parte de la corrupción que tanto criticamos. Somos parte del problema, no de la solución; para no caer mal; para proteger mi “yo”; para no ser “argel”. ¿Y el compromiso? ¿Qué diremos al Justo Juez del cielo cuando nos llame a su presencia, solos y sin chicanas?
Hay que saber, dice Carlos Díaz H., que pocos premios, recibe el profeta, y menos en vida. El flaco caminante de mochila sin currículo ni academia, pasa sin ser notado o recibe abucheos”.
Por ello, aquel buen hombre aconseja a todo bautizado, adoptar el siguiente trípode: Cultivar la mente. Fortalecer la voluntad. Disciplinar la conducta.
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