Juan Sinforiano, primer Arzobispo del
Paraguay, hijo de Juan José Bogarín y Mónica de la Cruz González, nació en
Mbuyapey, departamento de Paraguarí, el 21 de agosto de 1863. (Falleció a
los 85 años de edad, el 25 de febrero de 1949.
"Fortiter et suaviter"
era la divisa del escudo episcopal, principio que sustentó en el curso de su
laboriosa carrera: fortaleza en la defensa de su
magisterio y suavidad en el trato con los
demás. Le correspondió solucionar con firmeza las irregularidades del
sacerdocio descarriado de la posguerra.
El Paraguay registraba en ese tiempo, abundante y tumultuosa historia de revoluciones y golpes de Estado. A cada uno de ellos se enfrentó con energía a través de sus Cartas Pastorales, exigiendo paz entre las familias y el cese de las torturas.
El obispo viajero recorrió casi cincuenta mil kilómetros por el territorio nacional animando a los campesinos a organizarse socialmente para la defensa de sus tierras y de sus derechos, sin abandonar sus instrucciones para un mayor acercamiento a la doctrina de Cristo. (Recopilación de textos por Justo P. Benítez, P. Carlos Heyn. Edición de la Lic. Nora Gauto F. y el P. Javier de Haro Requena)
Traigo a la mente otra figura descollante de nuestra patria; la del
monseñor Ismael Rolón, ícono de la lucha social y política del Paraguay, quien
a mi modo de ver, transitó los mismos senderos de valentía e integridad, como lo hizo Sinforiano Bogarín:
1. Ismael Rolón,
el obispo, "quijote de los derechos humanos", quedó en la retina de
sus contemporáneos por la decisión indeclinable de abandonar el Consejo de
Estado. Esto marcó el fin del matrimonio Iglesia-Estado durante la dictadura.
Para el sociólogo José Carlos Rodríguez, "Rolón produjo un “cambio
marcante en la conciencia pública".
2. Fue quien puso
en el "centro de la preocupación del sistema pastoral el problema de los
derechos humanos en el Paraguay", por lo que es considerado uno de los
próceres de la reconstrucción paraguaya. La lucha social del religioso estuvo
marcada por la defensa incansable de la democracia y la apertura política.
3. La claridad y
firmeza de la postura, así como la vehemencia de sus pronunciamientos fueron
claves. "No había dudas de cómo era monseñor Rolón, él fue el protector de
la gente oprimida". (Como lo fue Mons. Juan S. Bogarín)
Según la
politóloga Line Bareiro, Mons. Rolón "significa para el pueblo paraguayo
lo mejor de la Iglesia Católica Paraguaya, la Iglesia solidaria que está con la
democracia, contra la dictadura y los autoritarismos". (Como lo fue Mons.
Sinforiano Bogarín)
4. Ismael Rolón,
figura transcendental de la Iglesia paraguaya nació el 24 de enero de 1914. Ese
mismo año, fue bautizado en una gira
pastoral por el recordado pastor y patriota, Juan Sinforiano Bogarín.
Afirman los entendidos: “el conocimiento que no se
hace vida, es conocimiento de naufragio, inútil”. Así las cosas, ¿qué provecho
se obtiene al conocer y deleitarnos con las buenas historias de estas celebridades
si no las insertamos en nuestro “sistema operativo” para luego, llevarlo a la
praxis?
Nuestra sociedad ya no puede darse el lujo de
despreciar alegremente modelos de conducta
como las señaladas. La patria reclama con urgencia que seamos responsables
de lo que decimos, hacemos o dejamos de hacer. Por ello, S. Núñez, expresa:
“De por sí, la simple existencia en este
mundo implica presencia activa y responsable. Nadie puede quedar satisfecho con
solo "andar por ahí", traído y llevado por los azares del momento,
como los cascotes de la calle que los raudales arrastran de aquí para allá, en
los días de mucha lluvia”. Y continúa diciendo…
En horas de turbulencia y cambio hay
cierta gente satisfecha y cómoda para quienes la historia sólo tiene creatividad
de pasado y de presente. Si ha de llegar el futuro, no será sino para repetir
el ayer y continuar las caducas tradiciones (…) Pues ya lo dijo el poeta:
"cualquier tiempo pasado fue mejor". Estos son los paralíticos de la
historia, para quienes toda inquietud es subversión y anuncia ruina.
Otros, en cambio, soñadores de fantasía,
viven sólo proyectando utopías para el futuro. Desarraigados de todo ayer y
evadidos de la situación presente, se consumen en incesante agitación
revolucionaria y creen que "nadie debe bañarse dos veces en el mismo
río". Estos son los epilépticos de la historia.
Ambas actitudes son anacrónicas y no
tienen responsabilidad adecuada para hacer frente a los apremios de la
coyuntura. Paralíticos, los unos, y epilépticos, los otros, no pueden ordenar
el ritmo del proceso; desperdician en balde las energías del tiempo humano,
ignorantes del cupo vital que la providencia de Dios distribuye a cada
generación.
Ambas actitudes padecen de una
enfermedad psicosocial que se denomina "falsa conciencia histórica" y
que consiste, según la definición del sociólogo Mannheim en "la falta de
adecuación entre la realidad y su interpretación".
La responsabilidad histórica de que
hablamos, como capacidad de respuesta y medios de acción con que un pueblo se
abre camino, sólo es posible cuando la misma comunidad política y dentro de
ella los de mayor coraje e inteligencia poseen una sana conciencia histórica.
(Como lo ha demostrado Mons. Bogarín)
En vísperas de su muerte pudo decir al pueblo, por el que tanto trabajó y al que tanto amó: “Bien saben que durante esta larga vida que el Señor en su infinita bondad me ha concedido, mis dos grandes preocupaciones y amores, han sido la Religión y la Patria. A ellos he consagrado mi inteligencia, mis energías, mi vida toda” (Carta Pastoral feb.1949).
En vísperas de su muerte pudo decir al pueblo, por el que tanto trabajó y al que tanto amó: “Bien saben que durante esta larga vida que el Señor en su infinita bondad me ha concedido, mis dos grandes preocupaciones y amores, han sido la Religión y la Patria. A ellos he consagrado mi inteligencia, mis energías, mi vida toda” (Carta Pastoral feb.1949).
Culmino diciendo que con el testimonio de vida del
Mons. Juan S. Bogarín, modelo para nosotros, es posible, si
queremos, mejorar nuestra sociedad, pues en la voluntad del pueblo radica el
poder. Pero sin arrinconar a Dios, pues ya el salmista nos recuerda: "Si
Dios no edifica la ciudad, en vano trabajan los que en ella se fatigan” (Sal 127:1)
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