viernes, 3 de noviembre de 2017

¡HORA DE PRUDENTE CALMA!...
“Y OJOS BIEN ABIERTOS”

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Todo anuncia que este año –como otros- está cargada de tensiones y de apuros. Amores y desamores, encuentros y desencuentros, risas y llantos en la agenda política son hechos normales, a pocas semanas de las internas partidarias.

En consecuencia, no hay que perder la cabeza, la familia y menos aun la vida, en el pantano de estos líos. Todo lo contrario; en horas turbulentas como éstas es necesario conservar equilibrada calma y valor para soportar, además, discursos nada creíbles de gente poco creíble.

Es que, como todos sabemos, las peleas políticas - casi siempre sin razón fundada, pero de macizos intereses-, se diluyen; y nunca llegan a satisfacer a la ciudadanía, que queriendo entender lo que pasa, acaba sin entender nada, porque en la mayoría de los casos, los grandes enemigos de ayer, vuelven a metamorfosearse en “uña y carne”

La mayoría de los funcionarios públicos se amoldan antes que perder sus puestos (no trabajo), mientras que los “otros”, esperarán ingresar, si gana el oponente. Se oirán discursos acaramelados de progreso, por un lado, y de meritocracia, en el bando opuesto. 

Así, la guerra mentiras y medias verdades correrán alocada carrera en pos de votos. Electores ingenuos y otros hábiles “pescadores de río revuelto”, serán ametrallados por prometedores de feliz prosperidad cuando accedan al cargo. Estadísticas y encuestas, a favor o contra de este o aquel mesías, promoverán estériles discusiones... ¡Es hora de prudente calma!

Lo que sí, debemos entender es que cualquier gobierno (municipal, departamental, central, etc), debe contar con gente íntegra, no solo honesta, para mantener eficiente administración de los bienes públicos. Esto es, los servidores públicos tienen que hacer bien su trabajo, con responsabilidad. Así cumplirán con el mandato ético.

Los bienes públicos son de la ciudadanía, no de los políticos ni de quienes ocupan algún cargo. Usar bienes públicos en beneficio propio y en campañas electorales es una acción deshonesta que tiene un alto costo social para los contribuyentes. Por ello, es pertinente preguntarse:

¿Son respetables por su conducta pública y privada los candidatos que bombardean con sus pedidos de votos? ¿Dan testimonio de vida personal, familiar y profesional? ¿Son fiables, pueden justificar sus bienes…o por el contrario, son terrícolas despreciables y esquivos?

Hace una década, ya el maestro S. Núñez nos enseñaba en aula: “La política no es simple técnica, ni habilidad mecánica. Es una obra lenta de mucha prudencia, dilatada y difícil, en que las contingencias de las libertades buscan penosamente el acuerdo. No es cosa de soplar y hacer botella".

La gente suele decir: queremos justicia pronta y barata. Pero el gran Carnelutti decía que la justicia no es pronta, ni barata. Un delito puede cometerse en unos pocos minutos; pero el esclarecimiento del crimen, para llegar a calibrarlo exactamente y sancionarlo con la pena que corresponde, lleva mucho tiempo e inversión de dinero.

"Hay que mover hombres y diligencias, si se quiere ser justo. Así también, o acaso más, es la política. Esto lo vamos diciendo con el objeto de levantar los ánimos y desinflar ligeras ilusiones de fantasía”.
  
Para aceptar las propuesta de algún candidato, además, es necesario que sea adornado de buena fama, derivada de su conducta íntegra, evidenciada en actitudes de solidaridad y respeto a los demás y al bien común, elementos básicos para desarrollar sabrosas relaciones humanas y buen servicio.

Para un pequeño país como el nuestro- continúa S. Núñez- no puede ser demasiado difícil encontrar una buena porción de hombres probos, de experiencia, sabiduría y robusto patriotismo, que puedan hacerse cargo y conducir al pueblo por los caminos que deseamos.

Evidentemente hay mucho yuyo que cortar, así como cascotes y escombros duros que remover, con machete, hacha y pico. Pero todo hay que hacerlo con prudencia y nobleza de ánimo, sin espíritu de venganza o soberbia. Todo hay que hacerlo con hidalgo patriotismo.

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