¡AICHEIJÁRANGA PARAGUAY!
En julio de este año, la viceministra de Tributación, Marta González Ayala, se embolsó 19.645.070 guaraníes en concepto de “otras transferencias corrientes”, es decir, por haber sido beneficiada con la distribución de las multas aplicadas a los contribuyentes, en virtud de la Ley 2421/04 de Reordenamiento Administrativo y de Adecuación Fiscal.
Los anteriores viceministros no han
estimado necesario sacarle una tajada a la sanción pecuniaria, no así la
actual, pese a que no es una funcionaria de carrera y que puede convertirse en
juez y parte, ya que es ella la que en última instancia, en caso de apelación,
debe decidir si corresponde o no aplicar una multa (…)
Es ofensivamente inmoral cobrarle al
Estado un dinero extra por abstenerse de cometer el delito de cohecho pasivo
agravado. Por lo demás, si ciertos funcionarios se embolsan el 50% de las
multas canceladas, hasta les convendría que aumentara el número de infracciones
y delitos fiscales. (Cfr. Diario Abccolor 15.09.17)
El año pasado se
distribuyeron G.17.087 millones (USD 3 millones) entre los 900 funcionarios de
la SET (ver infografía). Por ejemplo, el mes pasado la viceministra percibió un
total de G. 56.110.150, de los cuales G. 33.240.550 correspondió al cobro de
multas.
"Si
corresponde o no corresponde, si es moral o inmoral esta situación, quiero
decirles en este punto que no voy a incumplir la ley. En la ley esto está
establecido y vamos a mantener, en tanto y en cuanto esté en la ley.... No voy
a incumplir la ley", aseguró. (Abc 02.06.16)
Es inmoral que un funcionario público
cobre un dinero extra por ser honesto. Cobrar por llegar a hora al lugar de
trabajo o por no mentir, es grosera falta de respeto y descarada ofensa al
contribuyente.
Una cosa es que vivamos nuestra
enclenque democracia sin ningún entrenamiento cívico, es decir, con bestiaria
chatura cívica (aunque denigrante, hasta cierto punto es tolerable); pero otra
muy distinta, es hacer del delito un vicio legalmente aceptable.
¿Dónde están los honestos funcionarios y
demás autoridades que debieran velar por el buen funcionamiento de las
instituciones públicas? Estos y otros tantos empecinados desaciertos siguen
golpeando a la gente. Y mientras la apática ciudadanía duerme, muchos
titiriteros, siguen prestando manos y rodillas para aplaudir y rendir culto a
muchos desatinos, al decir de S. Núñez.
Ser “honesto” a cambio de un puñado de
dinero, choca con la ética personal y profesional. El imperativo categórico es
no ser “pokare” y punto. Por lo tanto, hay que pulverizar la idea de que el funcionario
público es nomás luego, un irredimible sinverguenza. Aunque pocos, hay gente
honesta en la función pública, o al menos no, salpicada por algún fato.
Una cosa es que el funcionario reciba un
premio-estímulo (reconocimiento social en algún acto público) por cumplir sus
obligaciones. Pero repartirse el dinero del pueblo por cobro multas es
inaceptable. Porque, no todo lo legal es moralmente lícito. Existen crímenes
legales.
Pregunta: ¿Qué será de este menesteroso
y errante país si se aplica el mal ejemplo de la SET y DNA a las otras
instituciones: policía, gobernaciones, intendencias, ministerios, contraloría,
fiscalías, y demás fagocitadoras de pira piré? Respuesta: Ud. ya lo sabe…
Por otro lado, la inestabilidad que
generan los constantes cambios de normas tributarias, además de los
burocráticos trámites para nuevos emprendimientos, provocan justificadas quejas
de los profesionales contables. La exagerada pesadez burocrática es combustible
de corrupción, afirman los entendidos.
En vez de premiar dando dinero a quienes
cumplen con su obligación – que para eso están y cobran un sueldo-, lo que debe
hacerse y ya nomás, es denunciar a los funcionarios deshonestos que se asocian
con delincuentes, para saquear al Estado. Y este saneamiento debe comenzar por
la justicia.
De seguirse con este colosal desatino,
podríamos pensar con razón, que lo que se pretende es que se multipliquen los infractores,
para recaudar más. Entonces, lo importante no será buscar mejorar una gestión
institucional, sino la obstinación por hacer de la “prostituta universal” -como
llama Shakespeare al dinero-, una segunda piel.
Abogo por un Paraguay donde la cómoda impunidad
ya no deje pasar de largo la creciente corrupción, tanto del sector privado como
público. Me niego rotundamente a aceptar aquel pobre argumento tantas veces escuchado
y repetido: Es que, estamos en Paraguay, luego, “toda tilinguería y
deshonestidad tiene carta de ciudadanía”
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