¿CÓMO?
La respuesta la tenemos en lo que decía Juan Pablo II a los jóvenes cubanos en la Plaza Ignacio Agramonte en Camagüey, Cuba el 23 de enero de 1998. Es vivir la propia existencia según las normas morales del Evangelio, propuestas por la Iglesia (…)
¿Cómo llevar una vida limpia? ¡Viviendo de acuerdo con tu palabra!» (Sal 119, 9). El Salmo nos da la respuesta
al interrogante que todo joven se ha de plantear si desea llevar una existencia
digna y decorosa, propia de su condición.
Para ello, el único camino es Jesús. Los
talentos que han recibido del Señor y que llevan a la entrega, al amor
auténtico y a la generosidad fructifican cuando se vive no sólo de lo material
y caduco, sino «de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4, 4).
Actualmente, por desgracia, para muchos es fácil caer en un relativismo
moral y en una falta de identidad que
sufren tantos jóvenes, víctimas de esquemas culturales vacíos de sentido o de
algún tipo de ideología que no ofrece normas morales altas y precisas. Ese relativismo
moral produce, egoísmo, división, marginación, miedo y desconfianza hacia otros.
Más aún, cuando un joven vive «a su
forma», idealiza lo extranjero, se deja seducir por el materialismo
desenfrenado, pierde las propias raíces y anhela la evasión. Por eso, el vacío
que producen estos comportamientos explica muchos males que rondan a la
juventud: el alcohol, la sexualidad mal vivida, la prostitución que se esconde
bajo diversas razones —cuyas causas no son siempre sólo personales.
Las motivaciones fundadas en el gusto o
las actitudes egoístas, el oportunismo, la falta de un proyecto serio de vida en
el que no hay lugar para el matrimonio estable, además del rechazo a toda
autoridad legítima, el anhelo de la evasión y de la emigración, huyendo del
compromiso y de la responsabilidad para refugiarse en un mundo falso cuya base
es la alienación y el desarraigo.
La
fe y el obrar moral están unidos. Los cristianos, al respetar valores
fundamentales para vivir una vida limpia, llegan a sufrir, incluso de modo
heroico, marginación o persecución, debido a que esa opción moral es opuesta a
los comportamientos del mundo (…)
«Maestro bueno, ¿qué haré para
heredar la vida eterna?» (Mc 10, 18). Un joven pregunta a Jesús qué debe «hacer», y el Maestro,
lleno de amor, le responde cómo
tiene que «ser». Este joven presume de haber cumplido las normas y Jesús le
responde que lo necesario es dejarlo todo y seguirlo. La clave de esa
realización está en la
fidelidad.
El camino de la fidelidad trazado por
San Pablo: «En la actividad, no sean descuidados... sean cariñosos unos con
otros... Que la esperanza los tenga alegres... Practiquen la hospitalidad...
Bendigan... Tengan igualdad de trato unos con otros... Pónganse al nivel de la
gente humilde... No muestren suficiencia... No devuelvan a nadie mal por mal...
No se dejen vencer por el mal, venzan al mal a fuerza de bien» (Rm 12, 9-21).
Queridos jóvenes, sean creyentes o no, acojan el llamado a ser virtuosos.
Ello quiere decir que sean fuertes por dentro, grandes de alma, ricos en los
mejores sentimientos, valientes en la verdad, audaces en la libertad,
constantes en la responsabilidad, generosos en el amor, invencibles en la
esperanza. La felicidad se
alcanza desde el sacrificio.
No busquen fuera lo que pueden encontrar
dentro. No esperen de los otros lo que ustedes son capaces y están llamados a
ser y a hacer. No dejen para mañana el construir una sociedad nueva, donde los
sueños más nobles no se frustren y donde ustedes puedan ser los protagonistas
de su historia.
Recuerden que la persona humana y el
respeto por la misma son el camino de un mundo nuevo. El mundo y el hombre se
asfixian si no se abren a Jesucristo. Ábranle el corazón y emprendan así una
vida nueva, que sea conforme a Dios y responda a las legítimas aspiraciones que Ustedes tienen de verdad, de bondad y de belleza
(…)
¡Que este, también sea el programa de la
juventud y sociedad paraguaya. Feliz año 2017!
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