lunes, 27 de agosto de 2012

LA BIBLIA y EL CELULAR

¿Por qué no ambos?

Un alma caritativa, quizá con la esperanza de aportar a mi redención, hace mucho tiempo, me envió una batería de preguntas, que gustosamente, las comparto contigo, pues ciertamente, me resultó muy provechosa. Dice así:

¿Pensaste qué pasaría si trataras a la Biblia de la misma manera que tratas a tu celular?. ¿Cargaste tu Biblia en el maletín o en el bolsillo de tu campera, como haces con el celular?. ¿Y si le dieras una hojeada varias veces al día… como lo haces con tu celular? ¡Ah...y....
¿Cuántas veces no regresaste para buscar tu celular, de tu casa o del trabajo…y si hicieras lo mismo, cuando olvidas tu Biblia…?.
¿Usaste la Biblia para enviar mensaje a tus amigos, así como lo haces con el celular?.
 Luego desafió.. ¡responde honestamente a esta pregunta!: ¿Cuántas veces, con estúpido orgullo "sacaste pecho", exhibiendo tu "chuchi" celular ante otros, como si fuera un gran trofeo?

Luego de estas, aparentemente enojosas preguntas, el resultado de serena y humilde reflexión arroja las siguientes conclusiones.

- ¡Qué  bueno sería regalar a los hijos, y a otros niños una Biblia, y enseñarles a usarlas para comunicarse
   con Dios, quien es Dueño y Señor de todo lo que somos y tenemos!
- ¡Qué lindo sería llevar la Biblia cuando viajamos, para utilizarla como ayuda y auxilio!
- ¡Cuánto provecho sacaríamos si usáramos la Biblia en caso de angustia y emergencia!   
- ¡Y, pensar que la Biblia, al contrario del celular, nunca se queda sin señal!
- ¡Y, también pensar que con la Biblia, podemos conectarnos sin problemas, en cualquier lugar!     
 - ¡Tampoco tendremos que preocuparnos del “saldo”. Jesucristo ya lo cargó, por y  para siempre!
- Además, la mejor noticia es que: nunca se corta la comunicación y la carga de la  batería dura toda la vida!

Es posible, estimado lector, que el comentario resulte muy “idealista y trasnochado”, en tal caso, por favor, deséchalo. Pero si es agradable, no te arrepentirás: Doy testimonio de lo mucho que me ayudó. Hoy tengo por costumbre enviar semanalmente mensajes de esperanza y bendiciones, porque conmigo hacen lo mismo. Así las cosas, hago oportuna la ocasión para decir ¡mil gracias!, a aquel anónimo bienhechor.

Y todo….nangana loo...¡Sin despojarme de mi celular!

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