viernes, 29 de junio de 2012

¡VIRGINIDAD!

                                                                     Un “tabú” perdido

No cabe duda que este tema puede colocarme en desfavorable posición, sobre todo, ante la comunidad juvenil.  En el artículo anterior me he referido al hiperconsumo de sexo, a toda velocidad, en todo terreno, a tiempo y destiempo, en franca y agresiva guerra contra la “obsoleta, talibanesca y transnochada” virginidad.
Las objeciones que la fauna de intelectualoides siempre han puesto contra la virginidad son dos: (1) Que está contra la naturaleza y (2) Que contradice al bien común, porque limita la posibilidad de crecimiento poblacional. Santo Tomás – dice Josef  Pieper en “Las Virtudes Fundamentales” - contesta los argumentos en tres fases:

(1) Renunciar a la satisfacción de los apetitos de la carne, por amor a la vida del espíritu no es algo contra la naturaleza, como no lo es, que una persona dé su dinero y propiedades por cuidar la salud de su cuerpo.

(2) La obligación y lo permitido pueden tener lugar en dos terrenos: en el terreno del Yo y en el del Nosotros. El mandamiento del Génesis 1,28 “creced y multiplicaos”, va dirigido a todos en general, pero a ninguno en particular. (El que no puede contenerse, que se case, lo recomienda San Pablo en algún pasaje del registro bíblico)

(3) El bien común es superior al bien individual, pero cuando ambos son de la misma especie. Puede ocurrir que el bien privado sea en ocasiones de superior naturaleza. Este es el caso de la virginidad, la cual sobrepasa en dignidad a la fecundidad corporal.

Existen ideas que dividen a las personas; una de ellas es la virginidad. Hay quienes las rechazan sin admitir ninguna discusión. Otras las admiten como entrega espiritual, dado que lo espiritual, ven por encima de lo corporal. Por eso, este tema es desafíante y controversial. Cada quien tiene derecho a opinar. La opinión no es verdad revelada.

Por otro lado hay que decir - liberados de la tiranía del pensamiento débil – que el concepto y la realidad de una vida consagrada a Dios en la virginidad, supone signo de contradicción en el humano: burlas y elogios como malquerencias y satisfacciones. Haga, por favor, un rápido sondeo en su comunidad y encontrará opiniones disímiles.

Además, hágase esta pregunta: ¿Por qué miles de almas jóvenes de ambos sexos, han optado por renunciar a matrimonio y abrazar la vida consagrada?; ¿Es que cientos de miles de ellos han sido empujados a servir a Dios en los hombres por desengaños, frustraciones amorosas o desequilibrio mental?; ¿Todos los que permanecen solteros son definitivamente desgraciados en este valle de lágrimas? Y la última: ¿Registra la historia un sólo caso que alguien haya muerto al decidirse por la virginidad?

Sugerencia cordial y respetuosamente amorosa: Que quienes afirman que la virginidad es un mal, un despropósito y un atentado contra la naturaleza, monten un escenario intercontinental para entablar un “juicio político” antisemental-antivaginal, a miles de monjes tibetanos y a tantos otros miles de jóvenes cristianos que sirven en leprosarios, hogares de ancianos y de niños en el mundo, todos ellos encabezados por Teresa de Calcuta, la Bienaventurada Virgen María y el propio Maestro Jesús.


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