Afirma
Alfonso Milagro: “No basta no ser malo; es necesario, imprescindible,
conveniente, útil y vital también no parecer malo; porque si pareces malo,
aunque no lo seas, te haces mal a ti mismo y haces mal a los demás”
Si no soy malo, entonces …soy bueno ¿Cómo demostrarlo? Haciendo todo lo posible para no acosar, acusar, insultar, decir cosas que causen malestar a los demás. Debemos hacer todo lo posible para amar al prójimo, aunque es tarea muy difícil.
Sabemos
que la bondad debe ser antes que nada interna, de corazón, de auténtica verdad.
Un modo
de amar a las personas, puede ser, por ejemplo, saber escuchar mostrando respeto por las personas, lo que no significa estar siempre de acuerdo son sus “creencias u opiniones”.
Porque, las creencias, gustos, deseos modos de entender las cosas, etc… nunca son ni serán más importantes que las personas. La bondad es de corazón, de verdad auténtica-añetete-añetegua. Y, sobre todo, debemos ser buenos ante nuestra conciencia y ante Dios.
Entonces, la bondad necesita ser expresada, visibilizada, manifestada, a fin de que los demás se sientan animados también a ser buenos, porque siendo todos buenos, ayudará, aunque sea poco-michí hacer al mundo, un poco mejor de lo que es.
Pero la bondad de corazón no aparecerá en rostros tristes-ñembyasy, cara alargada, con actitudes de rechazo, en palabras violentas, en negaciones sin sentido. Luego, no basta aparecer como “bueno”, sino que es necesario también demostrarlo.
Parecer bueno sin serlo, es hipocresía; serlo y no parecerlo, es falsedad. Cristo nos exige una real perfección y no aparente; no admite en nosotros ninguna falsedad; nos quiere auténticos cristianos y nos propone este lema: “Sed perfectos, como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt, 5,48).
Y Pablo ordena: “Muéstrate ejemplo o modelo de buenas obras, Tienes que ser otro Cristo, de suerte que el que te vea a ti, vea a Cristo en ti” (Tito 2,7) ¡Ta upéicha!
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