viernes, 19 de mayo de 2023

¿CUÁNTO VALE LA VIDA HUMANA HOY? (II)

¡¡Lamentablemente nada!!

  

La Carta Encíclica Evangelium Vite de Juan Pablo II, trata sobre el valor inviolable de la vida humana y, entre otras cosas, dice: El hombre está llamado a una plenitud de vida que va más allá de las dimensiones de su existencia terrena, ya que consiste en la participación de la vida misma de Dios. 

A las tradicionales y dolorosas plagas del hambre, enfermedades endémicas, violencia y las guerras, se añaden otras, con nuevas facetas y dimensiones inquietantes. Ya el Concilio Vaticano II, en una página de dramática actualidad, denunció con fuerza los numerosos delitos y atentados contra la vida humana. 

“Todo lo que se opone a la vida, homicidios de cualquier género, genocidios, el aborto, la eutanasia y el mismo suicidio voluntario; todo lo que viola la integridad de la persona humana, como las mutilaciones, las torturas corporales y mentales. 

Todo lo que ofende a la dignidad humana: miserables condiciones de vida, arbitrarios apresamientos, deportaciones, esclavitud, prostitución, trata de blancas etc. son contrarios al honor debido al Creador” 

Por desgracia, este grave panorama, en vez de disminuir, se va agrandando. Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano.

Amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida, en nombre de los derechos de la libertad individual, y así pretenden no sólo impunidad, sino la autorización por parte del Estado, a fin de practicarlos con absoluta libertad y además con apoyo gratuito de estructuras sanitarias. 

En la actualidad (…) opciones, antes consideradas unánimemente como delictivas y rechazadas por el común sentido moral, llegan a ser poco a poco respetables. 

La misma medicina, que por su vocación debería cuidar y defender la vida humana, se presta cada vez más actuar contra la persona, deformando contradiciéndose a sí misma y degradando la dignidad de quienes la ejercen (...) 

El resultado al que se llega es dramático: si es grave la eliminación de tantas vidas humanas en su inicio, no menos grave es el hecho de que a la conciencia misma, oscurecida por insólitas creencias, le cueste cada vez más distinguir entre el bien y el mal en lo referente al valor de la vida humana. 

A diario, dice el P. Antonio Rivero, las páginas de los periódicos y la Tv, nos sirven una gran ración de muertes. Cruzan por nuestras pantallas los tanques de la destrucción. El hombre de la metralleta y los disparos, parece haberse convertido en huésped permanente de nuestra sobremesa y nuestra vida. 

Ahora no hace falta ir a la guerra, porque es la guerra la que nos persigue; entra en las casas y colegios. 

Y conste que no hablamos todavía del suicidio, de los contraceptivos, abortivos, pena de muerte, etc, pero de momento, lo dejamos por aquí, y seamos dóciles a la inspiración del Espíritu Santo, no sea que, por enflaquecida desesperanza, sucumbamos a la tentación de pensar vivir en otro planeta. 

Pero, ¿qué hace un cristiano en estos casos? ¿Salimos a las calles a exigir el cambio? O solo clamamos al cielo para lograrlo. La valentía de un cristiano se ve al levantar la bandera de Cristo, haciendo lo que cada uno debemos hacer, pero confiando que su Gracia nos acompaña. 

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