jueves, 6 de abril de 2023

¡SEÑOR! ¡Dame prudencia!

 

Prudencia, según la Biblia es sinónimo de sabiduría y moderación, es decir, saber cómo manejarse en distintas etapas de la vida, incluso al hablar de alguien o de algo que no se conoce. Entonces, antes de abrir el “pico”, debemos preguntarnos: 

¿Me gustaría que hablen mal de mí o que me acusen con falso testimonio? ¿Me gustaría ser juzgado con maldad sobre algo que no soy culpable? Sin dudar, la respuesta es “No”. Por lo tanto, ¡No hagamos a los otros lo que no deseamos que nos hagan

Así las cosas, seamos prontos para oír, lentos para hablar o enojarse; porque la ira es mala amiga. Entonces, urge escuchar y hablar con calma para evitar problemas. Si hablamos con prudencia, hablamos sabiamente. Así, seremos escuchados y valorados por los demás.

Si pensamos en Jesús al hablar, las palabras serán bendecidas. El hombre prudente habla con sabiduría; el necio muestra estupidez (Pr: 13:16)  

El sabio no dice todo lo que piensa y piensa todo lo que dice”. Se es sabio al tener conciencia que no tenemos respuestas a todas las cosas. “El inteligente se controla, el sabio habla poco. Hasta al necio le consideran prudente si cierra la boca (Pr: 17:27-28)  

La palabra guaraní “ñe'ẽrei” alude a la “persona mentirosa, a quien dice disparates; que habla por hablar o de manera imprudente”. 

Decía aquel maestro: “Las palabras y la forma de hablar son importantes porque lo que decimos y hacemos explican y construyen lo que somos…”, porque todo lo que decimos y hacemos tiene un efecto y una consecuencia en quienes nos escuchan. 

Y tienen gran valor para los que creen en nosotros, al dar por hecho que lo que decimos es verdad. Cuidemos pues, lo que decimos y hacemos, más aún al corregir, ya que, como resultado de nervios incontrolados, nuestros actos y dichos serán de bendición o maldición. 

Si somos débiles o ansiosos-py'a tarova, bueno es reconocer que, a veces, perdemos el control, que decimos y hacemos lo que no queremos y causan antipatía a otros. 

Amamos a los hijos, pero en caso de enojo, nos atrapa la ira y decimos cosas de efectos negativos para su autoestima y visión de sí mismos. Activemos el autocontrol antes de decir algo hiriente, para conducir correctamente nuestras emociones y modos de reacción. 

Ayuda, para estos casos, la oración del cardenal Jean Verdier, al Espíritu Santo que dice: 

Oh Espíritu Santo, Amor del Padre, y del Hijo, Inspírame siempre lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo debo decirlo, lo que debo callar, cómo debo actuar, lo que debo hacer, para gloria de Dios, bien de las almas y mi propia Santificación. 

Espíritu Santo, dame agudeza para entender, capacidad para retener, método y facultad para aprender, sutileza para interpretar, gracia y eficacia para hablar. Dame acierto al empezar, dirección al progresar y perfección al acabar. Amén”. 

Por eso, este jueves eucarístico y sacerdotal clamo: ¡Señordame prudencia

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