Es
difícil creer que alguien cuerdo no quiera ser feliz.Todos ansiamos felicidad. Lo difícil es,
saber ¡cómo! “Los
problemas nos agobian, la vida está cada vez más dura; el dolor y la miseria
nos cercan”, dicen aproximadamente 2.000.000 de compatriotas, según cifras oficiosas.
Y al parecer, no se avizoran tiempos mejores. Las noticias nos narcotizan, con tantos casos y cosas. Alguien dijo: “Estamos tan inseguros como si estuviéramos sentados sobre un inmenso barril de pólvora”. Así, ¿cómo sobrevivir en este caos establecido?
Mientras la clase política diseñe una sociedad mejor, solo nos queda dar ejemplo de buen ciudadano, cumpliendo nuestros deberes cívicos como: Recuperar valores ciudadanos, limpiar y cuidar nuestro sucio medio ambiente...
Respetar a los semejantes, rechazar la violencia; cumplir nuestras obligaciones; alzar la voz y exigir que los “tiburones” de turno, cumplan sus deberes y promesas electorales.
Pero, sobre todo, buscar y refugiarse en Cristo. “Yo Soy la vid, ustedes los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él (…) porque sin mí nada podéis hacer. (Jn 15: 5)
El lucro de buscar a Dios es incomparable. Es una gracia buscar primero Dios, antes que a nadie ni a nada. Con certeza lo hallaremos porque Él, que nos ama y no miente, nos lo prometió.
Pero, ¿cómo buscar a Dios si soy pobre y con tantos problemas? ¡Los ricos no tienen problemas!…Pero, aunque no creas, dice un escrito; la solución es Cristo mismo, Él provee todo para vivir sabiamente, nos da prudencia y destreza para superarnos.
Todos queremos ser bendecidos con poseer una linda familia, una linda casa, un lindo auto, etc., pero ¡estamos con vida!...y podemos lograr lo que queremos, porque la vida que Él nos regala vale más que todo. A continuación un interesante escrito recibido:
“Durante un estudio
bíblico con un grupo de jóvenes, dejé mi reloj encima de la mesa. Cuando llegué
a casa, ¡no tenía el reloj! Al día siguiente, cuando vi a los jóvenes, les
pregunté si lo habían encontrado.
Hubo un gran silencio… Saqué la Biblia de mi bolso y… ¡ahí estaba mi reloj, entre las páginas! "Disculpen, ya lo tengo”. El ambiente se relajó; con humor y gran sonrisa, una joven me dijo desde su silla: “¡Siempre hay que abrir primero nuestra Biblia!”.
Esto ayuda a pensar. Nuestra vida está basada en lecciones de la Biblia. Así, cuando algo va mal...lo primero, ¿es recordar lo que ella nos enseña? Y cuando estamos tristes, cuando dudamos o no sabemos qué hacer, ¿abrimos primero la Biblia?
No es cosa de "leer" la Biblia como un código de ética o como un libro “mágico”. Es el camino para encontrar a Dios y permanecer en relación con él. Solo hace falta confiar en la misericordia de Dios, a pesar de mis pecados.
Nunca me sienta indigno de recibir el perdón de Dios, o de una persona. Partamos del principio que todos somos vulnerables y nadie se debe considerar mejor que otros. ¡Dios ama y perdona a todos!.
“La Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Jn 1,14). No hay misericordia más grande. Jesús se hizo hombre para elevarnos a su condición divina. Esto basta para que confiemos en Su amor.
¿Qué más decir?... ¡Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá contra nosotros! (Romanos 8:31)
¡No creas en mi anguiru ...sólo haz la prueba y lo verás!
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