Más allá de las definiciones que el marco “legal y academicista” ilustra sobre los
términos aludidos, sin ánimo de contrariarlas, expreso lo que mi
escasa puntería intelectual entiende por habitante y ciudadano. Así las cosas,
digo cuanto sigue:
a) El habitante no se inmuta ante el caos establecido de su
entorno. Si su comunidad está infestada de mugre u otro tipo de desorden…nada
hará. Sólo se quejará, si lo hace, mbegué
katumí…(sotto voce)
- El ciudadano,
en cambio, se interesa y denuncia lo irregular, cuando con otros, no haya logrado solucionar los problemas.
b) El habitante no conoce o
ignora a sus vecinos: no se "contamina". Fuera de casa, el polarizado de su vehículo lo "invisibiliza”.
No le interesa nada ni nadie que no le aporte lucro. Vive refugiado en
un tapper,
ajeno a su entorno. Su fórmula preferida es: “RQR”: Reviente Quien Reviente, acuñada por un ex compañero de trabajo.
- El ciudadano se organiza y
participa. Busca la unión de vecinos. Compromete su descanso a favor de todos.
Acciona en beneficio del bien común. Llama a las instituciones públicas Ande,
Essap, Municipalidad, Policía para reivindicar soluciones.
c) El habitante no se involucra
en la política por ser “sucia”, luego, no le interesa lo que ocurra en su cuadra. Dice “no me
corresponde actuar, para eso está la autoridad; o no tengo modo ni poder
para cambiar nada”.
Alguien dijo: El habitante mira kañy
hape las marchas pasar; el ciudadano es parte de la marcha. El individualista; transita las anchas avenidas del chente
kó-chentesé.
El ciudadano es
celoso del aseo en su comunidad. Al habitante no le importa
arrojar basura al suelo, a la calle, en el parque; ni le importa que otros lo
hagan; el ciudadano entiende que están ensuciando la “casa común” de
todos, como dijera el Papa Francisco en "Laudato Si".
El habitante
mira la tele, o lee el diario, escucha radio y traga todo lo que dicen, rindiéndoles culto de fidelidad. El ciudadano posee espíritu crítico: repara, cuestiona, reflexiona, se informa y opina.
d) El ciudadano
entiende que si algo le perjudica al vecino, también le afecta a él. El habitante de conciencia
averiada dice, gracias a Dios que a mi no me perjudica y se desentiende.
Afirma Xosé Manuel: “El individuo es un hombre
anónimo, sin vocación, sin sentido (…). Se repliega sobre sí, narcisista. “Un
hombre abstracto… dios soberano de una libertad sin dirección ni
medida, que siempre vuelve hacia los otros la desconfianza, el
cálculo y la reivindicación”...
Es su actitud básica la de poseer, y por tanto, de la
de reivindicar, acaparar. En las cosas pone su seguridad. Pero sobre todo,
separado de todo y de todos, se cierra, se repliega sobre sí, opta por la
disolución en la soledad.
Convertido así en “individuo abstracto, buen salvaje y
paseante solitario, sin pasado, sin porvenir, sin relaciones”, vive la libertad-de, pero ignora, la libertad-para. Perdió el gusto de acoger y el deseo
de dar...(cf. Xosé M. Domínguez p. “Para Ser Persona” p.89)
En fin, es “la dispersión de la persona en la superficie
de su vida y la complacencia de perderse en ella”, dirá Emmanuel
Mounier.
Finalizo este indigesto comentario, agregando que tal habitante, es
nomás luego un pobre infeliz, con síndrome de diocesillo, con afanoso
deseo de poseer siempre más, sin advertir que se vuelve “una cosa más” entre
tantas cosas, que acaba siendo poseído por sus posesiones.
Y vos compadre, ¿sos habitante o ciudadano?
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