¿EDUCA O INSTRUYE?
Una de las más “acaloradas” discusiones Que
suele darse en torno a la educación: Unos sostienen que la escuela educa, otros afirman que la escuela instruye. No faltan quienes dicen que tales términos son sinónimos.
A mi modo de ver, hay una sustancial diferencia entre educar e instruir. Para instruir basta con que el instructor posea conocimiento y sepa transmitirlo. Más allá de lo que diga el diccionario es constatar qué y cómo “son” los profesores en la práctica.
Más allá de lo que diga el diccionario es
constatar qué “hablan” los maestros con sus prácticas. Instruir es enseñar,
demostrar, transferir conocimientos, las más de las veces en torno a conjuntos
de contenidos que llamamos materias o asignaturas.
Para educar es necesario, además de
“saber”, deber "ser". Un antiguo y perenne
adagio reza: “Explicamos lo que sabemos. Enseñamos lo que somos”.
Y, ¿qué ocurre en la práctica? ¿Educamos
o instruimos? De acuerdo, una manera de cerrar el debate es afirmar que en
ocasiones ninguna de las dos cosas. Y luego nos preocupamos por la calidad. Insisto,
¿educamos o instruimos?
Educar no es
sólo decir, es despertar personas. Educar no es instruir solamente, es lograr
mutar hábitos. Amistad y magisterio comparten morada. Nos
reclamamos, por ende, educadores-educandos porque preexiste en cada uno de
nosotros, tanto una necesidad de enseñar, como de ser enseñados. (Personalismo
Comunitario de Mounier)
Así las cosas,
es posible comprender lo profundamente perjudicial que resulta para la “educación”
del estudiante, que el educador, padre o maestro, se guíe sólo por el criterio
del gusto y pensamientos inmaduro de los educandos y del permisivismo insano hoy. "Más educación... menos cárceles".
Nuestra era, de abundante profesor, como deficiente en maestros, ha de aprender a enseñar de
otro modo, sustituyendo el magisterio de la sospecha, por el ministerio de la
magnanimidad, que consiste en servir creyendo lo que se dice. (Minister para ser magister)
Estamos chapoteando
en un acelerado proceso de deshumanización, materialismo, relativismo y
marcado acento individualista.
El nuevo “becerro
de oro”: histriónico-curriculismo-académico interpela y exige
al docente, como al estudiante, participar de la “loca carrera” por obtener
cartones que acrediten al “acartonado” poseer vasta información, aunque no
siempre, formación. Es urgente,
entonces, redimirnos de este mal que nos asigna el tristemente célebre deshonor
de ser un país “cartoncrático”
¿Son nuestros
profesores ejemplos en el espíritu de servicio? ¿Es coherente, su “decir”
con su “hacer”? ¿Cuántos profesores carecen de autoridad moral para
inculcar a sus alumnos normas de conducta en aula?
Un docente
impuntual que deifica la llegada tardía, por considerarla “sólo un mal menor”
entre tantos otros, solo podría ser un eficaz “informador de contenidos”, así como
excelente “deformador”.
No hace falta ser
muy lúcido para advertir cuan
enferma está nuestra “educación” hoy, pero
sí, hace falta coraje para expresar lo que todo el mundo sabemos”. Peor es callar,
el costo lo pagarán más caro nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.
Educar es cambio
de conducta. No
hay destino digno sin cultura, no hay cultura sin valores, no hay valores si no
hay docentes capaces de vivirlos. La mejor docencia es la decencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario