viernes, 25 de octubre de 2019

¡ESCUELA ANARCISADA!...

                                            ¿EDUCA O INSTRUYE?
Una de las más “acaloradas” discusiones Que suele darse en torno a la educación: 
Unos sostienen que la escuela educa, otros afirman que la escuela instruye. No faltan quienes dicen que tales términos son sinónimos.
   
A mi modo de ver, hay una sustancial diferencia entre educar e instruir. Para instruir basta con que el instructor posea conocimiento y sepa transmitirlo. Más allá de lo que diga el diccionario es constatar qué y cómo “son” los profesores en la práctica.

Más allá de lo que diga el diccionario es constatar qué “hablan” los maestros con sus prácticas. Instruir es enseñar, demostrar, transferir conocimientos, las más de las veces en torno a conjuntos de contenidos que llamamos materias o asignaturas.

Para educar es necesario, además de “saber”, deber "ser". Un antiguo y perenne adagio reza: “Explicamos lo que sabemos. Enseñamos lo que somos”.

Y, ¿qué ocurre en la práctica? ¿Educamos o instruimos? De acuerdo, una manera de cerrar el debate es afirmar que en ocasiones ninguna de las dos cosas. Y luego nos preocupamos por la calidad. Insisto, ¿educamos o instruimos?

Educar no es sólo decir, es despertar personas. Educar no es instruir solamente, es lograr mutar hábitos. Amistad y magisterio comparten morada. Nos reclamamos, por ende, educadores-educandos porque preexiste en cada uno de nosotros, tanto una necesidad de enseñar, como de ser enseñados. (Personalismo Comunitario de Mounier)

Así las cosas, es posible comprender lo profundamente perjudicial que resulta para la “educación” del estudiante, que el educador, padre o maestro, se guíe sólo por el criterio del gusto y pensamientos inmaduro de los educandos y del permisivismo insano hoy. "Más educación... menos cárceles".

Nuestra era, de abundante profesor, como deficiente en maestros, ha de aprender a enseñar de otro modo, sustituyendo el magisterio de la sospecha, por el ministerio de la magnanimidad, que consiste en servir creyendo lo que se dice. (Minister para ser magister)

Estamos chapoteando en un acelerado proceso de deshumanización, materialismo, relativismo y marcado acento individualista.

El nuevo “becerro de oro”: histriónico-curriculismo-académico interpela y exige al docente, como al estudiante, participar de la “loca carrera” por obtener cartones que acrediten al “acartonado” poseer vasta información, aunque no siempre, formación. Es urgente, entonces, redimirnos de este mal que nos asigna el tristemente célebre deshonor de ser un país “cartoncrático”

¿Son nuestros profesores ejemplos en el espíritu de servicio? ¿Es coherente, su decir” con su “hacer”? ¿Cuántos profesores carecen de autoridad moral para inculcar a sus alumnos normas de conducta en aula?

Un docente impuntual que deifica la llegada tardía, por considerarla “sólo un mal menor” entre tantos otros, solo podría ser un eficaz “informador de contenidos”, así como excelente “deformador”.

No hace falta ser muy lúcido para advertir cuan enferma está nuestra “educación” hoy, pero sí, hace falta  coraje para expresar lo que todo el mundo sabemos. Peor es callar, el costo lo pagarán más caro nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

Educar es cambio de conducta.  No hay destino digno sin cultura, no hay cultura sin valores, no hay valores si no hay docentes capaces de vivirlos. La mejor docencia es la decencia.


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