sábado, 3 de agosto de 2019

NO SOY ESCLAVO DEL TELÉFONO

¡¡¡FELICIDADES!!!
Resultado de imagen para celular. el tonto veloz
Hay personas que declaran no ser esclavos de nadie ni nada  -entre ellos su majestad: celular. Y es loable…de ser ciertas. Todo terrícola ha sido dotado de inteligencia, voluntad y libertad, afirman los saben. ¡Celular, el tonto veloz, porque, velozmente atonta.!

Pero, resulta que la era “progre y tecnita”, inventó un elemento apellidado móvil (que a muchos inmoviliza) como medio de comunicación acorta distancias para comunicarse más, mejor y rápidamente.

Los móviles -hoy ya inteligentes, ndajé- se volvieron imprescindibles como herramienta de trabajo. Ahorran tiempo y dinero. “Transportan” y “reciben” documentos, sirven como agenda, y guían al viajero al lugar de destino, entre otras bondades para el hombre.

Luego, augurios y hurras al brazo-tecnita puesto a disposición del homo sapiens. ¡Hasta aquí todo bien!. ¿Cuándo y cómo se prostituye este atractivo y fiel ayudante?

Cuando el celu se hace amo del homo ¿sapiens? “obligándolo” a participar en loca carrera del tener más y en el menor tiempo posible, a lucir y presumir estar a la moda con el móvil de última tecnología. El pobre bípedo angá queda cortocircuitado 24 hs on line.

Luego, opera en el “rey” de la creación una terrible metamorfosis: se hace “consumidor consumido por el consumo que lo consume”. El amor a los amos posmoderno: “Samsung Galaxy S10; Huawei P20 Pro; Sony Xperia XZ2”, entre otros dioses menores, últimos gritos de 2019.

Así las cosas, no falta quien se rebela contra el nuevo “amo” diciendo: No soy esclavo del teléfono celular, por lo que, aplaudimos como se dice: ¡de pie y con zapateo!

No obstante, es necesario entender correctamente que “no ser esclavo del celu”, no ha de generar falta de cortesía, respeto y consideración. Si tenés la herramienta para comunicarte mejor y rápidamente, tenés la obligación moral de contestar las llamadas.

Quien se tiene por respetuoso, educado, responsable y además cristiano debe contestar las llamadas. Caso contrario, exprese claramente su deseo de no ser molestado. Si con aquello de que No soy esclavo del celular, no atendés las llamadas “ha re ñembotavy”, estás dando lugar y con sobrada razón que te consideren:

1. Que te crees alguien muy importante para darle “pelota” a un común (jaguá ry´ai) que no merece tu consideración.

2. Que no eres solidario con el otro, salvo que sea un capo de quien esperas sacar alguna ventaja.
3. Que eres desconsiderado. No responder nunca es que se piense (con razón) que eres soberbio, matonil como cualquier político malo.

4. Que eres nomás luego prepotente, como aquellos que no atienden, como una táctica de superioridad en algún cargo o función y por eso se hace “rogar”.

5) Que no atendés las llamadas por irresponsable o porque por otras causas, no pudiste cumplir una promesa, entonces, cobardemente te escondés en el anonimato. No tenés coraje para decir: “fallé ningo chamigo, te pido disculpas, no volverá a ocurrir”.

Hay que saber que a nadie le gusta trabajar con personas así, aunque aparenten ser buenas. Tu credibilidad queda en sospecha y perdés la confianza de los demás. No confiarán que seas capaz de cumplir tus promesas. 

Y, peor todavía si eres miembro de algún grupo o sociedad que trabaja en el campo de Dios. Nadie quiere tener relación con gente deshonesta, incapaz de honrar su palabra. Y, si buscas trabajo, con este currículo, no encontrarás.

Si en las cosas pequeñas no demostramos integridad, lo que decimos hacer “bien”, o lo hacemos por comodidad, interés o algún beneficio, pronto saldrá a luz la mentira. Si no somos capaces de contestar una simple llamada… ¿qué se puede pensar?

 Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. (Mateo 25,21) 


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