¡¡¡FELICIDADES!!!
Pero, resulta que la era “progre y
tecnita”, inventó un elemento apellidado móvil (que a muchos inmoviliza) como
medio de comunicación acorta distancias para comunicarse más, mejor y
rápidamente.
Los móviles -hoy ya inteligentes, ndajé-
se volvieron imprescindibles como herramienta de trabajo. Ahorran tiempo y
dinero. “Transportan” y “reciben” documentos, sirven como agenda, y guían al
viajero al lugar de destino, entre otras bondades para el hombre.
Luego, augurios y hurras al brazo-tecnita
puesto a disposición del homo sapiens. ¡Hasta aquí todo bien!. ¿Cuándo y cómo
se prostituye este atractivo y fiel ayudante?
Cuando el celu se hace amo del homo
¿sapiens? “obligándolo” a participar en loca carrera del tener más y en el
menor tiempo posible, a lucir y presumir estar a la moda con el móvil de última
tecnología. El pobre bípedo angá queda cortocircuitado 24 hs on line.
Luego, opera en el “rey” de la creación
una terrible metamorfosis: se hace “consumidor consumido por el consumo que lo
consume”. El amor a los amos posmoderno: “Samsung Galaxy S10; Huawei P20 Pro;
Sony Xperia XZ2”, entre otros dioses menores, últimos
gritos de 2019.
Así las cosas, no falta quien se rebela
contra el nuevo “amo” diciendo: No soy esclavo del teléfono celular, por lo que,
aplaudimos como se dice: ¡de pie y con zapateo!
No obstante, es necesario entender
correctamente que “no ser esclavo del celu”, no ha de generar falta de cortesía,
respeto y consideración. Si tenés la herramienta para comunicarte mejor y
rápidamente, tenés la obligación moral de contestar las llamadas.
Quien se tiene por respetuoso, educado, responsable
y además cristiano debe contestar las llamadas. Caso contrario, exprese
claramente su deseo de no ser molestado. Si con aquello de que No soy
esclavo del celular, no atendés las llamadas “ha re ñembotavy”, estás dando
lugar y con sobrada razón que te consideren:
1. Que te crees alguien muy importante para darle
“pelota” a un común (jaguá ry´ai) que no merece tu consideración.
2. Que no eres solidario con el otro, salvo que sea
un capo de quien esperas sacar alguna ventaja.
3. Que eres desconsiderado.
No responder nunca es que se piense (con razón) que eres soberbio, matonil como
cualquier político malo.
4. Que eres
nomás luego prepotente, como aquellos que no atienden, como una táctica de
superioridad en algún cargo o función y por eso se hace “rogar”.
5) Que no atendés las llamadas por irresponsable o
porque por otras causas, no pudiste cumplir una promesa, entonces, cobardemente
te escondés en el anonimato. No tenés coraje para decir: “fallé ningo chamigo,
te pido disculpas, no volverá a ocurrir”.
Hay que saber
que a nadie le gusta trabajar con personas así, aunque aparenten ser buenas. Tu
credibilidad queda en sospecha y perdés la confianza de los demás. No confiarán
que seas capaz de cumplir tus promesas.
Y, peor todavía si
eres miembro de algún grupo o sociedad que trabaja en el campo de Dios. Nadie
quiere tener relación con gente deshonesta, incapaz de honrar su palabra. Y, si
buscas trabajo, con este currículo, no encontrarás.
Si en las cosas
pequeñas no demostramos integridad, lo que decimos hacer “bien”, o lo hacemos
por comodidad, interés o algún beneficio, pronto saldrá a luz la mentira. Si no
somos capaces de contestar una simple llamada… ¿qué se puede pensar?
“Bien, siervo bueno y fiel; en lo poco fuiste
fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”. (Mateo 25,21)
No hay comentarios:
Publicar un comentario