jueves, 22 de marzo de 2018

IGLESIA JOVEN Y VIRTUOSA--- O

“ESPIRITUALMENTE  ANCIANA”

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Concuerdo plenamente con mi hermano en la fe, Xosé M. Domínguez Prieto quien dice: Antaño se enseñaba que los miembros de la Iglesia católica formaban tres grandes grupos:

La Iglesia militante, que peregrina en la tierra. La Iglesia purgante, formada por aquellos que, tras su muerte, están purificándose para entrar en la Vida Eterna, y la Iglesia triunfante, formada por aquellos bienaventurados que ya están en la presencia del Padre.

Hoy deberíamos revisar esta clasificación para añadir otra categoría más. Y no es cuestión baladí, porque se trata de un grupo numeroso: la Iglesia durmiente. La mayor parte de sus miembros no son ni fríos ni calientes, ni viven el Evangelio, no renuncian a ritos ni a costumbres (que por otra parte, tanto critican).

Se dicen creyentes y dicen bien. Porque creen en el consumo sin límite, en el éxito sin límite y en el confort y tener sin límite, pero ignoran a esa Iglesia a la que dicen pertenecer. Espiritualistas de una hora los  domingos; materialistas el resto de la semana.

Iglesia durmiente, conjunto de practicantes-traficantes que intercambian ritos por seguridad, buscadores de precauciones, de prudencias, de virtudes adornadas de hermosas flores rojas y blancas. Falsos creyentes a los que su tibieza les lleva a considerar virtuoso lo que no es.

Llaman mansedumbre a la debilidad de carácter, humildad a su impotencia, resignación a su cobardía. Son los que al final, terminan por protestar y a enojarse cuando Dios no hace lo que quieren: "Hágase mis deseos así en el cielo como aquí y ahora”.

Iglesia durmiente, que se acuerda de ella sólo para criticarla. Son especialistas en criticar al Papa; si viaja porque viaja; si no, porque no viaja. Si es viejo, porque es viejo; si es viejo y viaja, peor aún. Y critican al obispo, al cura párroco, a este y a aquel movimiento. Pero a la vez que critican, no mueven un dedo por hacer las cosas bien; ni para hacerlas mal.

Y a quien hace se le "dispara" con todo tipo de críticas y recomendaciones. Ni hacen, ni dejan hacer. No quieren compromisos, pero están en contra de los que se comprometen.

Iglesia durmiente que despierta sólo para asistir aburridamente algunas veces a procesión de semana santa, al rito de algún "bautismo" del niño, lo cual cada vez, consiste más en copiosa comilona postsacramental que el mismo sacramento, sin entender un pito lo que ocurre en el termplo. Nunca falta algún dasatinado que aconseje "terminar rapidito" el asunto porque el asado "ya se está secando".

Es la Iglesia aturdida, perdida, distraída y apocada porque nada sabe de su rol eclesial. Pero, los miembros de esta Iglesia durmiente asisten religiosamente a ver el partido de fútbol, sin importar costo, tiempo ni distancia; llegarán incluso horas antes del inicio.

Dormidos el fin de semana y estresados durante la semana, pondrán siempre todo tipo de excusas para asistir a alguna reunión formativa. Pero siempre tendrán tiempo para el viajecito de fin de semana, para ir de pesca o para echar algunas horitas extras en la empresa. Es que, chamigo, el pira pirê (dinero) ¡es el pira pirê!.

La Iglesia durmiente desobedece y rechaza toda enseñanza de la jerarquía como imposición intolerable, pero acepta sumisa y atolondradamente, cualquier opinión mundana, dicha por cualquiera sin importar cuán descabellada sea, especialmente aquellas que atacan a su propia Iglesia, sin hacer el mínimo esfuerzo de verificar si lo que se dice es verdad.

Iglesia durmiente, Iglesia tibia, sin amor a sí, desencantada, triste, la peor Iglesia posible, la más estéril de la historia, porque ya no cree en nada, porque ya no conoce la alegría de la Salvación. La Iglesia durmiente perdió su primer impulso, su entusiasmo, su vigor.

No es fría ni caliente. Ya no sabe quién es ni se acuerda de lo que recibió. Es una Iglesia de corazones cobardes y manos débiles. Ni milita, ni hace penitencias, ni goza. Una Iglesia viciosa y sin virtudes, no sirve para nada. Ni para la sociedad y mucho menos para los jóvenes. Una Iglesia así, SI NO CAMBIA, sólo puede dar una buena noticia al mundo: LA DE SU DESAPARICIÓN


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