La Moda: Poderosa seducción del
ridículo. ¿Por qué pio no te teñís el pelo, usas arito brillante y tatuaje, como
los futbolistas?.
La moda hoy más que nunca es
omnipresente y universal. Se exhibe en las vitrinas de los comercios y es emperatriz en las pantallas de TV;
ostenta su esplendor en la mayoría de las revistas del corazón, como en el
diseño y color de cualquier artículo de consumo, desde una computadora hasta el
último modelo de moto o automóvil. (Revista V. Feliz año 2000)
A ruidos
molestos le llaman música - se pone de moda y todo el mundo lo escucha;
aparatos de teléfono móvil de todo tipo y colores seducen a muchos, convirtiéndolos
algo así como “simios con pantalones, recién
bajados del árbol, jugando con el novedoso aparato”
Para estar en “onda” hay que usar
ciertos términos en boga (¡no hay de otra!; ¡qué
hacé olúo….qué onda!),
caminar, sentarse o pararse de cierta forma. No faltan las modas de verano,
invierno y media estación. Hay moda para la playa, para el cine, para el
shopping, la calle y la gimnasia, y para muchos da igual vestirse para la
calle, la playa, la facultad, el shopping o la Iglesia.
Así las cosas, no pocas mujeres
deprimidas y muy desmoralizadas van disparando a renovar el atuendo traperil porque, psicológicamente “ayuda” a verse mejor
y poco importa si el atuendo alcanza a cubrir la anatomía o si es extravagante
y de mal gusto. ¡Es que la moda, es la
moda!
El psiquiatra español Enrique Rojas,
atribuye esta situación al “hombre Light”, quien lleva una vida sin valores. Según
Rojas, sus características son las siguientes:
* Materialismo: le importa el
reconocimiento social y el dinero por sobre todas las cosas;
se valora a sí mismo por las “cosas”
que tiene y no por lo que es.
* Hedonismo: el nuevo código moral es
“pasarla bien”, “gozarla”; es decir, se afana en la
búsqueda del placer y la
excitación.
* Relativismo: descarta lo absoluto,
todo es “según el cristal con que se mira”;
por lo
tanto, triunfa lo que quiere (no lo que debe).
* Permisividad: todo le es permitido en
su propósito de lograr satisfacer sus propios
deseos. Desecha los límites morales y las buenas costumbres. Esto lo
lleva al;
* Consumismo: apetece todo, todo quiere.
El consumo idiotizante es su brújula.
Es cierto que vivimos acelerados,
corriendo todo el tiempo, acosados por el reloj. El código soberano – al parecer
- es el “ahora ya”, que da paso, en la mayoría de los casos, al culto de lo
superfluo, a la falta de compromiso, al vacío interior que hace del hombre
actual un “ciberantropo”.
Así es como la conciencia y los valores
son encadenados por lo efímero y superficial, es decir, por el “vyroreí” que aliena. La nueva “onda” por tanto es: “vive de prisa y muere joven”
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