viernes, 13 de diciembre de 2013

PUREZA DEL CORAZÓN, ES, PURIFICACIÓN...


En espera de Navidad

En las enseñanzas de Jesús frecuentemente se menciona la “pureza de corazón”, que según Jacques Leclercq en "Enseñanza de la Moral Cristiana, p.87", corresponde la forma propia de desapego humano.

En la carta encíclica “El Esplendor de la Verdad” (15), se lee que el discurso del Sermón de la Montaña constituye la Carta Magna de la moral evangélica, por consiguiente, representa de alguna manera el código de la pureza de corazón.

Renunciar a todo lo que ata a cualquier cosa fuera de Dios, a los deseos de la carne, al desenfrenado apego por “tener” objetos terrenales, a las glorias y aplausos efímeros, es decir, al narcisismo. Paradójicamente, esta renuncia no significa un apocamiento de la persona, sino, una moral de servicio a Dios y del amor al prójimo.

Por ejemplo, Mateo 5, 43-45: “Han oído que antes se dijo: Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo. Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen….así serán hijos del Padre… porque él hace que el sol salga sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos”.

El corazón será puro en la medida que se “arranca” de él las codicias, y al decir codicias, se entiende a todas las cosas que no son de Dios (Pensamiento, palabras acciones y omisiones). Prepararse para recibir al Niño Dios con el corazón puro no significa “dormir, en el suelo, ayunar y chillar” hasta demacrarse. El que tiene corazón puro vive en este mundo, pero lucha contra el apego y deseo de cosas, y del rencor que lo carcome y consume.

Pureza de corazón es vivir entendiendo que la vida en sí misma no es el fin. El fin es el cielo, la salvación. Pero no se llega al cielo pensando y queriendo solamente; se llega al cielo, viviendo sobre la tierra, haciendo, conforme a los mandatos de Cristo.

Por eso, la salvación es ante todo, una obra que debe hacerse. Cristo es un Maestro de vida, y sus discípulos somos, ante todo, quienes deseamos y tenemos una cierta manera de vivir, conforme a la voluntad del Maestro. Esto es lo que diferencia a Cristo del filósofo. (cfr."Enseñanza de la Moral Cristiana, p.14"

El filósofo es un maestro del pensar. Platón, Aristóteles, Descartes, etc. enseñaron a, dieron solución a problemas intelectuales y un método de reflexión. No es esto lo que Cristo vino a hacer; su fin no era satisfacer al espíritu sino a transformar y a salvar.

¿Qué evento puede ser más sublime para el hombre, sino salvarse? ¿Qué privilegio puede, en este mundo, compararse con el de alojar el Rey del universo en nuestros corazones?. El Niño Dios está disponible para cualquiera de nosotros, totalmente GRATIS. ¡Aprovechemos esta inigualable oferta!

Felices los que poseen pureza de corazón, pues ellos verán a Dios ya en algunos días, y como si fuera poco, hospedará al más ilustre visitante de todos los tiempos, a Aquel que no se puede contener en el universo, por su gloria y poder: JESÚS.

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