Espera y Preparación… ¿cómo?
Adviento es un tiempo que
comprende cuatro semanas y que preceden a la Navidad. Es espera y preparación para
la venida de Jesús mediante la purificación de nuestro interior.
No se ignora que vivimos tiempos difíciles
y el mal reina, a pesar de los esfuerzos que se hacen en contra, denunciando y acusando, muchas veces, a los otros. Rara vez, a nosotros mismos. San Agustín llama “hombre
sin remedio” a aquel que ignora sus propios pecados, para acusar a los
demás.
Éste, no busca lo que tiene que corregir, sino
lo que puede morder. Contra este mal de espíritu, la tradición cristiana – los padres
del desierto – propone la prédica de la “acusación de sí mismo”, dice el Papa
Francisco. (Cfr. “Sobre la Acusación de sí mismo” p. 6).
Pero esta sugerencia hoy, chocará con
graves obstáculos: el pensamiento débil del mundo posmoderno y relativista, juzgará
un acto de “baja autoestima y cobardía” la acusación de sí mismo. Nunca
aceptará que es todo lo contrario, una manifestación de valentía poco común, el hecho que los “otros” vean más allá de mis maquillajes. Esta sí, no es tarea para
cobardes.
La incapacidad de acusarse a sí mismo es
una herramienta diabólica que alimenta la soberbia, alejando valentía y
humildad para reconocer los propios errores. En el edén, Adán acusó a Eva y
ésta, a la serpiente… y hoy sigue la historia.
Esta obstinada negativa produce un
hombre “coleccionista de injusticias”- cfr. "Acusación de sí mismo" p.
13-, porque vive pensando, midiendo y pesando las injusticias y maldades
provocadas por los “otros”. Así las cosas, este hombre vive amurallado por su
falsa verdad, en permanente estado de alerta y, a la defensiva. Entonces, ¿qué
tenemos?..Alguien que siempre y solo acusa y condena a los demás. Nunca a sí mismo.
La inconducta del hombre tecnita, pinta
de cuerpo entero lo expresado precedentemente, pues en nombre de la verdad,
pluralidad, dignidad y libertad, aparecen despreciables terrícolas pontificando
a voz en cuello, aquí y allá, sobre ética, sin adecuar su “hacer” a sus
palabras, al decir de José Ingenieros.
No es clavando líricamente los ojos en
el firmamento como vamos a producir la conversión que tanto decimos anhelar,
sino poniendo manos a la obra, mediante la revolución personal (dirá Mounier),
que consiste en “apuntar el cañón” hacia nuestras propias iniquidades, es
decir, acusándonos, para limpiar nuestra casa – en este caso – para recibir al
ilustre Visitante en Navidad.
Afirma el Papa Francisco: “Aprendamos a
no fiarnos nunca de nuestras sospechas y suposiciones, pues éstas, están llenas
de malicia y no dejan el alma en paz”. Esto es la mentira del pensamiento. Y agrega:
“Siendo nosotros víctimas de las pasiones, no debemos fiarnos absolutamente de
nuestro corazón, porque una regla torcida, hace torcido todo lo que es derecho.
Apreciados lectores….. ¡Bendecida Navidad!
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