Nietszche (1844-1900), fue la bestia negra de todo lo que se cruzó en su camino, el retrato perfecto de la intolerancia y el fanatismo: defectos que hoy no se perdonan, salvo en su caso, porque sabemos que era un enfermo incurable que vivió a la desesperada. Como Sísifo, Nietzsche, vivió condenado a soportar la carga de una enfermedad crónica y progresiva, que le llevó hasta la locura y la muerte prematura, escribe José R. Ayllón en su “Introducción a la Ética” p. 82 y sgtes.
El ataque al cristianismo ocupa un lugar privilegiado entre las obsesiones destructivas de Nietzsche. Su crítica no es de estilo académico sino de oposición visceral: “Yo considero al cristianismo como la peor mentira de seducción que ha habido en la historia. Dios es una objeción contra la vida, y la fórmula para toda detracción de este mundo, para toda mentira del más allá”
“El cristianismo es la religión de la compasión, pero cuando se tiene compasión se pierde fuerza. La compasión entorpece la ley del desarrollo, la selección natural; conserva lo que ya está dispuesto para el ocaso, opone resistencia en favor de los desheredados y de los condenados por la vida. La compasión es la praxis del nihilismo, y nada hay más malsano en nuestra malsana humanidad que la compasión cristiana”
Contradictoriamente, en sus obras plasma su fascinación por la figura de Cristo con estas palabras: “Cristo el hombre noble. Lo que dejó en herencia a los hombres fue el ejemplo de su vida: su comportamiento ante los jueces, los esbirros, los acusadores, y ante toda clase calumnias y escarnios, su comportamiento en la cruz. El símbolo de la cruz es el más sublime que haya existido jamás. Cristo fue un “espíritu libre”, pero el Evangelio también fue suspendido en la cruz, y murió con él: se transformó en Iglesia, en odio y resentimiento contra todo lo noble y aristocrático”.
A los 35 años, luego de constantes ataques graves, dimite de su cátedra de Filología Griega y se dedica a buscar por el sur de Europa descanso para su desequilibrada naturaleza. A los 39 años, su lucidez mental se extingue. Morirá 11 años más tarde, en 1900, sin haber recobrado la razón. Su fama comenzó a extenderse por Europa. Por una cruel ironía del destino, lo que Nietzsche ofreció al mundo fue su propia tragedia de enfermo doliente en su exaltación del ansia de vivir.
Nietzsche predicó la inversión de todos los valores y así vivió obsesionado por “decretar la muerte de Dios”: Si Dios no existe, todo está permitido. ¡Dios ha muerto: viva el superhombre!
Sin duda, Marx, Freud, y Nietzsche instalaron la filosofía de la sospecha y hoy, muchos han incorporado a su “sistema operativo” la filosofía nietzacherana, porque cacarean una cosa y hacen exactamente lo contrario. Abrigo la esperanza de un mejor año 2013, luego de una auditoria moral de nuestros principios y valores.
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