¿Personaje de nuestro tiempo?
Por considerarlo muy pertinente e instructivo, tomo del artículo de Gregorio J. Pérez Almeida el siguiente comentario: El idiota moral, según Bilbeny, el siglo XX desmiente una antigua creencia de Occidente que asegura que quien conoce el bien, o está al menos en condiciones de pensar, no comete el mal, o dicho con otras palabras: "que el buen entendedor es también buena persona".
Y esta es la característica esencial del idiota moral: no sabe lo que hace, ni por qué lo hace, es decir, no piensa, aunque como todo hombre "normal", está dotado de la capacidad para hacerlo, esto es, está dotado de la capacidad para distinguir entre el bien y el mal, pero no hace uso de ella. ¿Por qué?
El idiota moral tiene 4 mecanismos de defensa que se expresan muy frecuentes. Ellos son: 1. El aprendizaje de la negación de los hechos: "nunca dije tal cosa", "jamás he actuado de tal forma", etc; 2. El uso del lenguaje eufemístico: "la banca me engañó", "no leí bien antes de firmar el documento", etc; 3. El hábito de superación de la ansiedad: "a pesar de las acusaciones, tengo mi conciencia tranquila", y, 4. La inviolable costumbre de actuar cumpliendo órdenes: "hemos actuado siempre aferrados a la letra y al espíritu de las leyes". De esta manera, estos idiotas se muestran como personas "irrefutables" a la hora de enfrentar un juicio en su contra y muy difícil sacarlos de sus casillas.
La historia de los nazis nos demuestra que el idiota moral está unido a la corrupción. Mientras Eichmann se afanaba en cumplir las órdenes, su jefe Himmler se dedicaba a vender permisos de salida a los judíos eslovacos, a cambio de una suma en moneda extranjera. No significa esto que todo idiota moral sea un corrupto.
Lo que significa es que están inmersos en un régimen de corrupción que les evita la crisis de conciencia, porque cuando la corrupción se convierte en política oficial, entonces no hay corruptos, sino individuos hábiles para los negocios. Por esto es difícil detectar a los idiotas morales, porque la corrupción se generalizó borrando las fronteras entre lo moral y lo legal, confundiendo tentación con coacción, con lo que elaboraron otro argumento que se expandió y que consiste en asegurar que no sabe si es o no corrupta, porque todavía no han estado en situación de probarlo.
Así, la tentación, cuyo poder depende de la conciencia moral y de la fuerza de voluntad del individuo, se asume como si tuviese el carácter coercitivo de la norma, o de la ley. Y lo justifican diciendo: la tentación fue demasiado fuerte.., además, si yo no hago... otro lo haría.
Al culminar parte del interesantísimo artículo de Gregorio J. Pérez Almeida, con cierta duda, pregunto: ¿No es éste un escrito dedicado a la fauna guaraní? y, ¿Qué parte del mismo no se condice con nuestra realidad, al constatar penosamente la importante cantidad de imbéciles morales que alegremente pueblan nuestro territorio nacional? |
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