Durante las celebraciones eucarísticas realizadas en el marco del novenario a San Blas, venimos escuchando hermosas homilías sobre el valor de la familia, sus desafíos y peligros, así como bellas exhortaciones para cambiar hábitos en la conducta, personal, profesional y familiar.
Se insiste que la familia es la base de la sociedad y se repite incansablemente que la civilización está el peligro porque está en crisis la familia. La lección de historia es clara: “Ningún pueblo, ninguna civilización ni ningún imperio ha sido capaz de sobrevivir a la ruina de la familia” Ejemplo, Roma, entre otras.
La familia como toda organización es un todo, dependiente de sus partes. Yo parte del todo, papá, mamá, hijo (con varios yoes)... ¿cuál es mi aporte (positivo) al entero? Este análisis plantea reflexionar sobre la::
Armonía: Es menester armonizar mi “sistema operativo” (razón y voluntad) Esto es, saber lo que quiero; querer lo que sé y hacer lo que debo (con recta conciencia), y;
Actitud: (Sentimiento interior expresado en la conducta) (a) Ante mí mismo: ¿me conozco, me complazco con y cómo soy?; (b) Ante los demás: ¿depende mis acciones de la ajena aprobación? ¿Cómo encaro la repelencia/impertinencia del otro?
Sugerencia: Tomar conciencia de una realidad: (1) Somos cristianos con buena doctrina, pero de malísima práxis; (2) Nuestra conciencia no está “injertada” en la convicción de lo que creemos o decimos creer (lo bueno y verdadero); (3) Las ideas deben ser encarnadas en mí, del mismo modo como lo están las malas.
De lo contrario, seguiremos bailando ante el (a) ulular espiritual de la novedad; (b) ante rimbombantes conceptos pseudo filosófico-poéticos que nada nuevo dicen, pero que son - no pocas veces - consideradas como batallas ganadas por el impresionismo lingüístico (diarrea o vómito dialéctico - incontinencia verbal), en detrimento de la verdad; (c) para seguir deleitándonos en un cristianismo triunfalista, superficial y pererí: “Santularios devotos en el templo; fariseos impenitentes fuera de ella”, creyendo ingenuamente que nuestras pilares religiosas, están firmemente apoyadas en el aire, parafraseando a J. E. Bolsan.
Finalmente debemos saber que preferir pecar de maximalismo antes que de omisión, acabará colocándonos en la tarima de antimodelos, trogloditas, transnochados talibanes... en incómoda posición dentro de la sociedad, de la iglesia, cuando no, de la propia familia.
Por tanto, luego de la protesta, la propuesta: (1) Desterrar la antigua inflación religiosa especulativa que nos hace vivir como cristianos fósiles (2) Arrojar a la basura la “credencial de cristianos postizos" (3) Clamar y reclamar el favor de Dios para iniciar una profunda y robusta conversión (4) Ocuparnos de aprender a orar , es decir, saber qué decir y por qué. Ya sabemos, Oración sin Formación es sólo repetir Información.
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