Privilegio de pocos en la actual sociedad
Servicio significa ayudar al otro. Es dar, y sobre todo darse. Esta tarea implica dificultades para su puesta en práctica. Una de ellas, la dispersión. El hombre de hoy, se desparrama en partes y no tiene capacidad plena para estar a solas consigo mismo, rechaza el silencio y la meditación.
Se pierde en su libre albedrío, no para servir, sino para evadirse en el submundo del vyroreí, del ultrasonido, del molestoso ruido en pub´s y en las calles, donde procura paraísos artificiales de lo prohibido, porque, entre otras cosas, carece de un proyecto de vida. Luego, ¿Con que criterio puede elegir lo que quiere hacer, si no tiene claro quién es y qué quiere ser?
No son pocas las personas que, desgajadas de la ética, viven distintos tipos de crisis en esta febril metamorfosis de la posmodernidad. Por otro lado, grandes sectores de la juventud rechazan la creencia religiosa de sus padres, la Iglesia y a Dios. Lo hacen por comodidad o porque no desean que nadie los interpele. Dicen: “¡ni mis padres se meten conmigo, es decir, no se atreven a prohibir nada, y que, ¡la Iglesia pretenda limitar mi libertad!... ¡No señor!. Entiéndase por tal, libertinaje, prostitución, indisciplina, drogas y demás desenfrenos.
Pero se rinden a cautivantes dioses de la moda, tecno-ciencia, electrónica, drogas, horribles tatuajes, etc. Quienes no viven mareados en redes sociales, simplemente no existen. Además como cortejo fúnebre se presentan parasicólogos, espiritistas, teosóficos, numerólogos, alquimistas, ufólogos, astrólogos, curanderos, magos, como también, partidarios de la kábala, el tarot y demás iluminados que, engaño mediante, prometen salud, dinero y amor.
No merece credibilidad quien exhibe credenciales en las que realmente no cree. Quienes viven cómodos en el precipicio de la nada; fastidiando a los demás en el Vyroreí de su vida, manifiestan un impenitente complejo de Colón y su tripulación, obsesionados como estaban por encontrar el camino a India, marcharon por occidente, refiere el Prof. Carlos Díaz en su libro ¿Es grande ser joven?
Por tanto, el comprometerse con la causa de Cristo es altamente riesgoso, pues seguir al Maestro implica dolores, angustias, decepciones y, en no pocos casos, confrontación familiar. Sabido es que Jesús produce muchos admiradores y admiración, pero muy pocos seguidores ¿Por qué? El Sermón de la Montaña nos lo cuenta.
El segundo Congreso de Líderes Jóvenes Cristianos en la ciudad de Hernandarias, demuestra y reverdece la esperanza en una juventud dinámica, con hambre de saberes maduros para afrontar el futuro. En aquella ocasión he culminado mi conferencia, animándolos con la acertada frase de Goethe y digamos: “Yo me declaro del linaje de esos que de lo oscuro, aspiran a lo claro”, agregando por mi parte: desterremos la filosofía posmoderna del “vivir de prisa para morir rápido”
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