Navidad 2011
Detrás de cada rostro humano existe una historia y no siempre es, precisamente, la más preferible. Tras sufrir tantas desilusiones y desasosiegos en la vida, el tiempo de Adviento podría sugerirnos la siguiente idea: “A partir de esta Navidad, seré mejor esposo, colega de trabajo, vecino, patrón, es decir, mejor persona mediante una Revolución Personal”.
E. Mounier, sugiere una revolución personal no de manera violenta con metrallas y tanques de guerra; sino una mutación radical del “yo interior” ¿Por qué? Porque hoy, para muchos, creer en Dios y en el hombre tiene el mismo valor que rascarse la nariz; sin embargo, creemos firmemente en ídolos: somos futbólatras, somatólatras o tecnólotras, afirma el hermano en Cristo, Xosé M. Domínguez P.
Así las cosas, los adorables nuevos becerros de oro que el hombre posmoderno cultúa son: el fútbol, el culto al cuerpo y la tecnología; ellos tienen primacía sobre Dios, la persona y sobre la propia familia. ¿Cuáles son las causas? Responde Domínguez Prieto:
Actitudes neurotizantes: Hay que ser competitivos, tener un excelente currículo por encima de todo, ser agresivo, formado en idiomas y en informática. Lo afectivo y lo ético quedan completamente relegados. Resultado: Inmadurez personal, especializado en lo intelectivo y profesional; indigente en lo moral. El “buen profesional” lo es tanto que lo es, a costa de su cuerpo, de su espíritu y de su familia. La persona queda reducida al personaje del exigente mundo. Algunas actitudes:
Individualismo: Los otros, o son ayuda para mí realización o son obstáculos. Quietismo político: El ciudadano no debe intentar comprender, actuar, pensar. Ya piensan y actúan por él los partidos políticos, las agencias del marketing y los expertos. Nuevo éthos o modo de vida: Consumo idiotizante. Pragmatismo: bueno es lo que reporta éxito (medido en Gs. y en dólares) a como dé lugar. Importan más las pequeñas recreaciones que las grandes tragedias humanas.
Por eso sufrimos de: Sentimentalismo: Nos sentimos muy mal cuando vemos imágenes de crímenes y hambre en cualquier lugar de nuestra geografía patria; pero nos recuperamos en seguida con noticias no importantes como el resultado de un partido de fútbol o la final de bailando por todos los caños.
Apuesta por lo estético, lo cosmético y lo dietético en detrimento de lo ético. En fin, se trata de lo que Mounier llama individuo: “A la dispersión de la persona en la superficie de su vida y a la complacencia de perderse en ella” “Hombre anónimo, sin vocación, sin sentido, sin horizonte, sin familia y sin proyectos personales. Se repliega sobre sí narcisista. Su actitud básica es la poseer, y por tanto de reivindicar, de acaparar. En las cosas pone su seguridad. El individuo se pierde en sus roles, en los personajes que representa.
Ante esta realidad no es descabellado sostener que la Revolución no es ya una mera necesidad: es además, urgente. Que esta última semana de Adviento - preparación para Navidad - nos regale el privilegio de mutar nuestra raquítica conducta ciudadana y cristiana.
En el próximo artículo, el real significado de lo que Mounier llama Revolución Personal.
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