¿Qué puesto ocupa en el cosmos?
Hoy se habla hasta el hartazgo de los "retos" que la educación ha de enfrentar en el S. XXI. No escasean conferencias aquí y allá sobre la globalización en el quehacer económico y sus consecuencias. Los talleres sobre tecnologías de la información y comunicación, eugenesia positiva y otras no quedan rezagadas.
Es que, la pulcritud y el refinamiento académico ha inventado rimbombantes términos sucedáneos de otros, sin provecho alguno porque que nada agregan. Un ejemplo entre tantos: deontología (palabra inventada por el filósofo y jurisconsulto británico Jeremy Bentham 1748/1832) para decir lo mismo que lo que hace veinte y cinco siglos se conoció como Ética.
Verdad es que este vertiginoso proceso de cambios, exige informarse, pues lo que ahora es novedad, pronto será obsoleto. Nuestra característica es, diría C. Díaz, la obsolescencia. Ironizando un poquito: nacemos póstumos.
Sin embargo, esta sociedad mareada por capturar las “competencias cognitivas” ignora al hombre suprabiológico; Sí, le importa y mucho teoría, información, conocimiento, no la formación integral como persona. Resultado: el hombre vive en permanente borrachera y crisis existencial. Ya no como hombre, humano y hermano. Por el contrario, se torna enemigo del otro al que debe aniquilar, si no resulta útil a sus intereses. ¿Qué capitalista, vasallo de Mammón, considera a su empleado hermano?
La Unesco ha emitido antes y ahora, plausibles declaraciones para construir y acrecentar el conocimiento; pero guarda silencio ante verdaderos crímenes cometidos por terroristas de laboratorios, quienes a millones asesinan en nombre de la ciencia. Tampoco, se ha pronunciado contra la eugenesia, eutanasia y demás pecados que atentan – no contra el intelecto – sino contra la propia dignidad del hombre. (Al menos, no tengo noticias de lo contrario) Siendo así, ¿Qué educación es esa? ¿No son acaso, más que líricas intenciones, pero firmemente apoyadas en el aire?
En el Paraguay asistimos a una mercantilización de universidades que “escupen” cada año cientos de profesionales tiburones para competir como caníbales en el mercado laboral. No se comparten valores. Se trasmiten programas y contenidos. El profesor rei eté - dicen - enseña la asignatura pero no logra despertar las cuadriculadas y chatas conciencias. El buen profesor, en cambio, enseña al alumno.
Salvando las consabidas excepciones, el valor principal ya no es la moral, el respeto, la solidaridad, la santidad. Estos han sido sustituidos por la fama y la popularidad con estragados gustos. Hemos renunciado al privilegio de ser originales para convertirnos en copias de la inmensa galería de tilingos (que nos presentan como ídolos la caja boba o el tonto veloz), para caer con estúpida facilidad en el cómodo sofá del adormecimiento social.
Entonces, y sólo entonces se explica cómo programas de Tv basura, fútbol mercantil idiotizante, modas, chismes y prostitución, envueltos en papel de brillante “entretenimiento”, nos conducen dócilmente como borregos hacia el Vyroreí, hacia la superficialidad, es decir, al abismo de la nada.
Así las cosas, el hombre cristiano del S. XXI ha de orientar su brújula hacia el retorno a Dios, pues nada bueno hay fuera de Él. Cultivar la mente, recuperar la conciencia, fortalecer la voluntad y ordenar la conducta deben ser la consigna, más que necesaria, urgente. En sencillas palabras, el Cristo Total debe sentar sus reales en el Hombre total, no sólo en el intelecto, que es parte del todo. ¡Somos Templo del Espíritu Santo!
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