El hombre está sacudido por su yo y la sociedad; por como piensa, su credo y su sentido de libertad están condicionados y, en gran medida, influidos por cómo se vive hoy.
A unos les tocan momentos más dolorosos y sangrantes... a otros (sin trabajo ni pirá piré y para más yapa, oú aveí la coronavirus. Hay gente que sufre secuestro de familiares, y otros, que vivimos secuestrados por bandas delictivas y también, desde cargos públicos.
Otros katu, oikó satisfechos en su microcosmos –en su taper- en fin…de todo estamos en este gran chiquero mundial. Ansiedad y estrés no controlados, llevan al consumo de “remedios que no remedian” y la depresión está al asecho.
La ansiedad y la tv que poco aporta y mucho idiotiza, nos esclavizan por el miedo, y queriendo abrir paso para ir velozmente a ningún lugar, acusamos al gobierno de corrupto -que no discuto-, salimos a joder, a contagiar... y a morir estúpidamente.
En la carrera de la vida, muchas veces, los grandes enemigos, para alcanzar las metas...somos nosotros mismos, porque diciéndonos cristianos, vivimos paganos de conciencia averiada. Somos cegados por la ilusión mundana, con infeliz resultado para nuestras vidas.
“No tengan miedo”. Él venció al mundo y nos hace vencedores. Con esta verdad en el corazón, añeteté hape, si cumplimos el deseo del Señor, entregándole nuestras cargas, seguros que nos aliviará.
Para vencer el py-á ró es necesario cambiar pensamientos y actitudes: mente renovada y confianza en Aquel que no miente, el Señor Jesús. Con la paz de Cristo ndaipory quebranto ipu-á kava ñande rehé.
La ansiedad lleva a la desesperación y a buscar, sin importar los medios, cualquier salida. Y “cualquier salida” muchas veces lleva a la cárcel o a la muerte.
En una sociedad en la que priman la
envidia, el resentimiento, el egoísmo y la maldad, existen pecados inimaginables
que amenazan nuestra tranquilidad y pone delante el desánimo y la desesperanza.
Con “terrícolas”, ignorantes y matones, amigos de quebrantar la paz, corremos peligro de estallar. ¿Por qué? Porque el ser respetuosos y decentes, no nos blinda ante a los problemas.
El militante cristiano –no el cristiano pererí de pacotilla- cuida el bien común, respeta a los demás y las leyes. Vivir con decencia no es vivir eternamente en un “parque de diversiones o en juego de piky vóley”.
Aunque atribulados, a causa de “nuestra raída existencia”, no estamos abatidos; sí perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. (2ª Cor. 4, 8-9)
No debemos rendirnos aunque empeore la “tormenta” a nuestro alrededor, urge ser fuerte y perseverar. El seguir a Jesús no trae un seguro contra decepciones y dificultades. ¡Todo lo contrario!.
Los problemas estarán siempre latentes. En nuestra condición de cristianos es necesario enfrentarlos. Pero, con toda seguridad saldremos airosos, porque instalamos en nuestro corazón el “cuartel general” de Cristo, y con Él, la victoria está garantizada!