¡SER PERSONA DE BIEN!
Sabido es que todos venimos
al mundo hambrientos, necesitados y con tendencias al mal. ¿Cómo es eso cumpa? E´ a na…
nos enseñaron que Adán y Eva violaron las reglas y su pecado fue transferido a
todos los hombres.
Heredamos de karai
Adán y de ña Eva el hecho negativo de haber comido la fruta prohibida que causó un “fatal error gastronómico”,
al decir de Michael Korda, escritor y novelista inglés.
No somos responsables
de la conducta de quienes vivieron hace miles de años, porque nada podíamos
hacer para evitar el mal. Sí, sufrimos las consecuencias de aquel karú vai…porque abusando de la libertad metimos el mal en el mundo. “Ñane japù,
ñane po karé, ñane mbareté, ñane mondá, ñane tavý”…
Para meditar tomo prestado de un autor desconocido
el cuento con moraleja: “El Domador de Fieras” Publicado por el P. Lucas Prados el 03.01.2016:
Un viejo ermitaño se retira a la soledad
de las montañas para dedicarse a la oración y a la penitencia, se quejaba a
menudo de que tenía demasiado trabajo. Un día una de las personas que le
visitó, le preguntó: ¿Cómo es posible que tenga tanto trabajo si está solo en
medio de la nada?
El ermitaño contestó: Tengo que
adiestrar a dos halcones, entrenar a dos águilas, mantener quietos a dos
conejos, vigilar una serpiente, cargar un asno y domar un león.
El visitante miró alrededor esperando
ver algunos animales, pero no vio a ninguno. ¿Y dónde están todos estos animales?
Preguntó. Entonces el ermitaño explicó y, enseguida el otro comprendió:
“Estos animales, están en nosotros: Los dos halcones,
que son mis ojos, se lanzan sobre toda presa, sea buena o mala. Las dos
águilas, que con sus garras hieren y destrozan, son mis
manos y tengo que entrenarlas para que se dediquen a servir a los demás
y para que ayuden sin herir.
Los conejos, que son mis
pies, siempre van a donde quieren, esquivan las cosas difíciles y tengo
que enseñarles a estar quietos aunque haya sufrimientos o problemas.
Es más difícil vigilar a la serpiente,
que es mi lengua, porque aunque se encuentra encerrada en una jaula de
treinta y dos barrotes, apenas se abre la puerta, siempre está lista para
morder y envenenar a todos. Si no la vigilo puede hacer mucho daño.
El burro es muy terco, nunca quiere
cumplir con su deber. Es mi cuerpo que siempre está cansado y
al que le cuesta muchísimo asumir y llevar las cargas de cada día. Necesito
domar al león que llevo dentro y que es mi corazón. Él quiere ser
el rey, quiere ser siempre el primero, es muy vanidoso y orgulloso. Aunque al
que más miedo le tengo es al tigre; es mi carácter. A poco que me descuide ya
está atacando a alguien.
¿Te das ahora cuenta del gran trabajo
que tengo? Cada uno de nosotros ha de procurar tener todas estas fieras, y alguna más, bajo control. Nuestro amigo de la historia vivía en la montaña, pero nosotros vivimos dentro de una familia, trabajamos con
compañeros, jugamos con amigos; en una palabra, hay muchas oportunidades para
que las “fieras” que llevamos dentro salgan y hagan daño.
Hay personas que acuden al psicólogo
para que les ayude a dominarlas, lo cual no está mal, pero la psicología es
insuficiente si falta la clave: el amor. Dice San Pablo: “Como elegidos de
Dios, santos y amados, revístanse de misericordia, de bondad, de
humildad, de mansedumbre, de paciencia.
Sopórtense mutuamente y perdónense cuando
alguno tenga queja contra otro; como el Señor les perdona, hagan ustedes lo mismo.
Sobre todo, tengan caridad, que es vínculo de la perfección. Y que la paz de
Cristo se adueñe de sus corazones: a ella son llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos”
(Col 3: 12-15).
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