¡¡¡QUE TU…NO SEA…NO!!!
Cuando nos
desdecimos de lo pactado libremente –es que dijimos Sí, para luego decir No
– ñande estiloitepe -, no respetamos el horario
convenido, prometemos algo y no cumplimos...se deterioran las relaciones
interpersonales: hay desconfianza y las relaciones pierden calidad.
El Señor Jesús
dijo a sus discípulos y a la gente, refiriéndose a los maestros de la ley y a los
fariseos: “No sigan su ejemplo, porque ellos dicen una cosa y hacen
otra” (Mateo 23:3).
Todos decimos o
“vendemos” la idea que ser coherentes. Y más de uno ha de pensar que, es nomás
luego coherente. Pero, somos imperfectos y la realidad es que
- salvando las consabidas excepciones - no siempre hacemos lo que pensamos, lo
que decimos o prometemos.
Somos incoherentes
cuando mantenemos dos ideas contradictorias; decir o pensar
una cosa y hacer otra distinta; decidir que no vamos hacer algo y a pesar de ello
hacemos, o viceversa. Luego, cuando nuestro decir va de
contramano a nuestro hacer, pueden ocurrir dos cosas:
1º - Valorar más lo
que me parece en este momento, dejando atrás el compromiso asumido. Ejemplo: “por
una hora de atraso ko, nada va a pasar”, total, “así loo
somos nohotro”.
Esto explica la
tendencia a la autojustificación y la autoindulgencia,
dice la psicóloga Paula Perdomo.
Al justificarnos
bajamos los niveles de ansiedad que provoca la incoherencia y le damos validez.
Negamos nuestra responsabilidad y sus consecuencias negativas: “si
tiro unas canitas al aire, no es problema, qué pio tanto… al
final…son cosas de la vida”
Autojustificarse es
engañarse, negar algo que todo el mundo ve. Entonces, perdemos credibilidad y
coherencia. Nuestra integridad queda bajo sospecha, como mínimo.
Luego, ¿Por qué nos autoengañamos? …Por falta de coraje para
reconocer o corregir errores.
A propósito,
dice Jacinto Benavente (1866-1954-Premio Nobel de Literatura): “Desdecirse de
lo dicho…es igual a querer deshacerse de una parte elemental de uno mismo… de
su pensamiento, emociones, razonamientos, de lo que cree”…
El que se
desdice de lo dicho, por su propia conveniencia, niega sus palabras,
arremete justificando sus arrebatos. También asegura que sus palabras han sido
mal interpretadas, e incluso, llega a negar a toda costa que esas palabras le
pertenezcan.
Desdecirse de lo dicho y retractarse no son sinónimos. Quien
se desdice de lo dicho trata de negar la
responsabilidad de sus actos. Quien se retracta se hace
responsable de ellos. Gran diferencia entre quienes se desdicen de sus palabras
y la humildad con la que otros se retractan, afrontan y las corrigen.
Arrepentirse
y comprender que hemos errado…y asumir las consecuencias es noble acto. Es
vergonzosa cobardía no reconocer ni lo dicho ni sus consecuencias.
Consideremos que
no hay peor compañía que aquella que nunca reconoce lo que dijo, lo que hizo,
ni sus errores. Si somos uno de estos, sepamos que nadie confiará en nosotros y
consecuentemente, nadie nos sostendrá cuando necesitemos algún tipo de apoyo.
Es urgente y
necesario abandonar esa “cultura” del ñembotavy que
permea incontenible en nuestro modus vivendi, tanto que, al parecer
se ha constituido en algo así como una “segunda piel”.
Todo es posible,
si deseamos de corazón, redimirnos de estas prácticas de “chiquero inmoral” en
la cual estamos penosamente chapoteando, porque la densidad de delincuentes por
metro cuadrado, crece geométricamente.
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