viernes, 15 de febrero de 2019

PLEBEYISMO:...

¡DEMOCRACIA MORBOSA!


La RAE define: “plebeyo”, persona que no es noble ni hidalga, es decir pertenece a la plebe, la clase más baja pero no en cuanto a su capacidad económica, sino a su idoneidad cultural. (Ciertamente,  no son pocos ¡los  ignorantes ricos!)

Afirma José Ortega y Gasset, filósofo español en “Democracia morbosa”, que la democracia per se, como “norma del derecho político” es algo óptimo; pero, cuando se descarrila, “es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad”. ¿Por qué?...

Porque la salud de la democracia debe permanecer en su ámbito natural: político-jurídico. Cuando el sistema se desvía de sus cauces deviene en plebeyismo, en un “igualitarismo de almas rencorosas y plebeyas”. ¿Hay algo tan triste como un escritor, un profesor o un político sin talento, sin finura sensitiva (…) ”, se pregunta…

Ortega critica la crispación de ese igualitarismo que nivela a todos a ras del piso, ese grosero igualitarismo que rechaza los valores superiores de grandeza personal, exaltando anti-valores.

Así las cosas, hoy el mundo padece un grave descenso del nivel ético; ¡la fauna guaraní no es excepción! Nuestra apocada-opacada sempiterna excusa: “ñandé ko upeichante voi”, pareciera hacernos sentir piropeados cuando asumimos conducta matonil. ¡Es que el magma plebeyista somete al homo sapiens!

Urge una redención y profundo examen interior de quien se dice servidor de la polis. Ya NO más “amigo” de la justicia para “fagocitar” privilegios. (cf. Corina Yoris-Villasana)

, asegurar igualdad de derechos para todos los hombres; ya no legitimar la desigualdad entre los ciudadanos. Es decir, ya no más políticos tiburones de dientes largos y afilados que amenazan al pueblo a quien dicen cuidar.

Paraguay, motorizado por aires de democracia fallida, lucha sin embargo, contra el caos establecido, por políticos ignorantes y malsanos, paridos de una democracia morbosa, oxigenada, según Ortega, por energúmenos llegados en tren de la democracia. 

Juan Pueblo, más parecido a sobreviviente de un campo de concentración, espera de la democracia, entre gemidos y dolor (la gente muere por falta de insumos básicos en hospitales), prioridad de la honestidad y patriotismo sobre vanilocuentes discursos.

¡Ya no más Epulones…, menos Lázaros!. Una justicia maltrecha y enferma, un progreso ciego y para pocos, robos descarados, un sálvese quien pueda, provoca insoportable tiranía.

“No conozco a mucha gente que se dedica a hacer el bien; conozco sí, gente que roba las cuatro ruedas de un mismo coche, que dan mal sus clases, que dañan, que se dan de listos por la vida, apostando extraer de ella más de cuanto ofrecen, incluso cuando nada ofrecen, es decir, donde la densidad de ventajistas por metro cuadrado, es cada vez mayor…

Somos una clase burguesa carente de virtud social. Quizá una causa sea el apoliticismo, actitud de indiferencia y desinterés. Una actitud de valoración negativa de la política como actividad creadora y deber cívico, por rechazo a políticos corruptos, o como estrategia personal egoísta para no comprometerse”. (cf. C. Díaz Intensamente. p.65)

Ojalá no tenga ya cabida en nuestro país este famoso adagio: “Todas las artes han producido maravillas, sólo el arte de gobernar ha producido monstruos”. 






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