RELACIONES HUMANAS (II)
Seguimos con
la segunda parte de las lecciones del Dr. Secundino Núñez.
Dinamismo del
Hombre: (Valores terrestres, humanos y sapienciales)
El hombre no es un ser estático. Es
dinámico y gracias a este dinamismo sale de sí mismo y camina hacia su propio
crecimiento. Se señala de manera sencilla las grandes avenidas por donde la
actividad del hombre circula, en permanente búsqueda de su propia plenitud
existencial.
El hombre es “Ser para ser”,
decía Martín Heidegger, hablando de este éxtasis natural e incansable con que
el hombre día y noche procura construirse a sí mismo. Por lo tanto, toda
nuestra conducta, así la interna como la externa, ha de ser “imagen y
semejanza” de nuestra excelencia y
dignidad de persona humana.
Exponemos el dinamismo humano como
abriéndose por tres avenidas diferentes, de acuerdo a los valores que el hombre
persigue en sus afanes para su crecimiento.
Una primera
avenida
es aquella que nos lleva a apetecer los bienes materiales que este mundo nos
prodiga. Desciende el hombre hasta la madre
tierra, y no solamente recoge sus frutos o hace uso de sus riquezas,
como el aire, luz, agua, minerales, vegetales y animales; sino también la
trabaja, la industrializa y la cultiva con afán cotidiano.
Es de la madre tierra que el hombre
extrae su comida, su vestido, sus remedios, sus herramientas de hogar y de
trabajo, su recreación y su contento. Todo hombre transita cada día esta
avenida procurando valores terrestres.
Satisfecho el ser humano con los valores
que la tierra le oferta, dirige luego su mirada y sus pasos por una segunda avenida. Siente apetito de
valores más elevados que la tierra ya no le puede dar. Procura entonces los valores humanos que sólo el encuentro,
la comunión y la colaboración con los otros hombres le puede otorgar.
El primer espacio de encuentro y
comunión se da en el matrimonio, fundamento y raíz de la familia. Nada hay en
el orden natural, espacio de convivencia de tanta fecundidad y satisfacciones
íntimas, como los habitantes de esa pequeña iglesia doméstica formada por un
matrimonio, llamada familia. Los hijos juegan, ríen y rezan en el seno de un mismo
hogar, rebosante de paz.
Hay sin embargo, valores humanos de
relieve público generados por el pueblo o por la gente, que va más allá de los
valores humanos hogareños (trabajo, vecindad…) Aparecen entonces, en esta misma
avenida, espacios superiores de convivencia que juntan a los hombres en
diferentes compromisos solidarios. La fraternidad se ensancha, y más gente
colabora eficazmente.
Es necesario, por consiguiente, generar
un orden jurídico, un orden social, un orden económico y un orden político de justicia y prudencia, para mantener y
desarrollar estos diversos espacios con fructífera y sabrosa convivencia.
Célebres son las palabras de San Agustín: “¿Qué son los pueblos y las
instituciones sin la justicia, sino una manga de ladrones?” (Ciudad de Dios
4,4)
Ascendemos ahora a los supremos valores
de la vida. Y tomamos la tercera
avenida que nos lleva a los valores
sapienciales o divinos. Logramos así, los valores que dan la ciencia, la
filosofía, el arte, la fe religiosa. Por este camino, lenta y fatigosamente nos
acercamos a Dios, con todo nuestro ser.
Para los hombres y para los pueblos esta
tercera avenida conduce a la culminación
de la cultura humana. Pues, nunca
el hombre es tan grande como cuando se pone de rodillas ante su Creador.
Las Relaciones Interpersonales reclaman acciones
concretas:
a) El respeto a la persona en cuanto tal.
b) Exigiendo el bienestar social y el desarrollo del grupo mismo.
c) Involucrarse para lograr paz, estabilidad y seguridad de una vecindad justa.
a) El respeto a la persona en cuanto tal.
b) Exigiendo el bienestar social y el desarrollo del grupo mismo.
c) Involucrarse para lograr paz, estabilidad y seguridad de una vecindad justa.
Carácter: Conjunto de cualidades síquicas y afectivas que condicionan la
conducta de cada individuo, distinguiéndolo de los demás. Creencias, Convicciones, Costumbre, Religión, Actitudes.
Cultura. Ética: Modo de ser, decir, estilo de vida. Así siendo,
el carácter comparte: principios, creencias, valores, conocimientos, virtud, es
decir, un como modo de vida excelente.
Conclusión: Sabrosas relaciones humanas demandan:
a) Cultivar
la mente. Al saber no se llega bien cenado. Es preciso tener un deseo,
una necesidad…puesto que no hay saber que no tenga 99% de transpiración y 1% de
inspiración, dirá Carlos Díaz.
b) Fortalecer
la voluntad. El autoconocimiento es necesario. El Yo abúlico del caprichoso
deseo y el Yo que apetece lo correcto, entablan de por vida una batalla.
La voluntad
-que padece terribles agresiones:
consumismo delirante, hedonismo, moda, opinión pública, prensa mediocre y
picantosa, fútbol mercantil idiotizante, etc.- debe acompañar al intelecto.
c) Disciplinar la
conducta.
Si deseo pero no debo, el deber frena el desear, y el gusto por lo correcto,
aceptará el amargo deber. ¿Quién realmente soy cuando nadie me ve...soy Honesto o soy Integro?
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