miércoles, 6 de febrero de 2019

LAS DIFÍCILES...

RELACIONES HUMANAS (II)
   Seguimos con la segunda parte de las lecciones del Dr.  Secundino Núñez.
Dinamismo del  Hombre: (Valores terrestres, humanos y sapienciales)

El hombre no es un ser estático. Es dinámico y gracias a este dinamismo sale de sí mismo y camina hacia su propio crecimiento. Se señala de manera sencilla las grandes avenidas por donde la actividad del hombre circula, en permanente búsqueda de su propia plenitud existencial.

El hombre es “Ser para ser”, decía Martín Heidegger, hablando de este éxtasis natural e incansable con que el hombre día y noche procura construirse a sí mismo. Por lo tanto, toda nuestra conducta, así la interna como la externa, ha de ser “imagen y semejanza  de nuestra excelencia y dignidad de persona humana.
                
Exponemos el dinamismo humano como abriéndose por tres avenidas diferentes, de acuerdo a los valores que el hombre persigue en sus afanes para su crecimiento.

Una primera avenida es aquella que nos lleva a apetecer los bienes materiales que este mundo nos prodiga. Desciende el hombre hasta la madre tierra, y no solamente recoge sus frutos o hace uso de sus riquezas, como el aire, luz, agua, minerales, vegetales y animales; sino también la trabaja, la industrializa y la cultiva con afán cotidiano.

Es de la madre tierra que el hombre extrae su comida, su vestido, sus remedios, sus herramientas de hogar y de trabajo, su recreación y su contento. Todo hombre transita cada día esta avenida procurando valores terrestres.

Satisfecho el ser humano con los valores que la tierra le oferta, dirige luego su mirada y sus pasos por una segunda avenida. Siente apetito de valores más elevados que la tierra ya no le puede dar. Procura entonces los valores humanos que sólo el encuentro, la comunión y la colaboración con los otros hombres le puede otorgar.

El primer espacio de encuentro y comunión se da en el matrimonio, fundamento y raíz de la familia. Nada hay en el orden natural, espacio de convivencia de tanta fecundidad y satisfacciones íntimas, como los habitantes de esa pequeña iglesia doméstica formada por un matrimonio, llamada familia. Los hijos juegan, ríen y rezan en el seno de un mismo hogar, rebosante de paz.

Hay sin embargo, valores humanos de relieve público generados por el pueblo o por la gente, que va más allá de los valores humanos hogareños (trabajo, vecindad…) Aparecen entonces, en esta misma avenida, espacios superiores de convivencia que juntan a los hombres en diferentes compromisos solidarios. La fraternidad se ensancha, y más gente colabora eficazmente.

Es necesario, por consiguiente, generar un orden jurídico, un orden social, un orden económico y un orden político de justicia y prudencia, para mantener y desarrollar estos diversos espacios con fructífera y sabrosa convivencia. Célebres son las palabras de San Agustín: “¿Qué son los pueblos y las instituciones sin la justicia, sino una manga de ladrones?” (Ciudad de Dios 4,4)

Ascendemos ahora a los supremos valores de la vida. Y tomamos la tercera avenida que nos lleva a los valores sapienciales o divinos. Logramos así, los valores que dan la ciencia, la filosofía, el arte, la fe religiosa. Por este camino, lenta y fatigosamente nos acercamos a Dios, con todo nuestro ser.
Para los hombres y para los pueblos esta tercera avenida conduce a la culminación de la cultura humana.  Pues, nunca el hombre es tan grande como cuando se pone de rodillas ante su Creador.
            
       Las Relaciones Interpersonales reclaman acciones concretas:
a)      El respeto a la persona en cuanto tal.
b)      Exigiendo el bienestar social y el desarrollo del grupo mismo.
c)      Involucrarse para lograr paz, estabilidad y seguridad de una vecindad justa.
                                              
Carácter: Conjunto de cualidades síquicas y afectivas que condicionan la conducta de cada individuo, distinguiéndolo de los demás. Creencias, Convicciones, Costumbre, Religión, Actitudes. Cultura. Ética: Modo de ser, decir, estilo de vida. Así siendo, el carácter comparte: principios, creencias, valores, conocimientos, virtud, es decir, un como modo de vida excelente.

Conclusión: Sabrosas relaciones humanas demandan:
a) Cultivar la mente. Al saber no se llega bien cenado. Es preciso tener un deseo, una necesidad…puesto que no hay saber que no tenga 99% de transpiración y 1% de inspiración, dirá Carlos Díaz.

b) Fortalecer la voluntad. El autoconocimiento es necesario. El Yo abúlico del caprichoso deseo y el Yo que apetece lo correcto, entablan de por vida una batalla. La voluntad -que padece terribles agresiones: consumismo delirante, hedonismo, moda, opinión pública, prensa mediocre y picantosa, fútbol mercantil idiotizante, etc.- debe acompañar al intelecto.

c) Disciplinar la conducta. Si deseo pero no debo, el deber frena el desear, y el gusto por lo correcto, aceptará el amargo deber.  ¿Quién realmente soy cuando nadie me ve...soy Honesto o soy Integro?

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