¿CASTIGO
O BENDICIÓN?
Cualquiera sabe que una humillación recibida provoca enojo, dolor, vergüenza, rabia o deseos de venganza. Tribunales de aquí y de allá dan fe de lo expresado. La “profecía social o dictadura de opinión común” enseña que lo lógico es querer sólo a los buenos, porque, querer al malo seria, ¡masoquismo!
Sin embargo, la enseñanza
revolucionaria de Cristo, se opone a Ley del Talión: “Ojo por ojo, diente
por diente”, sustentada sobre la justicia conmutativa (te doy porque me diste o para que me des).
Esta enseñanza evangélica no se sustenta en sobre la justicia aludida: la
supera ampliamente porque su base es la misericordia, el perdón, el amor.
Jesús inocente, durante el
proceso de condenación, es golpeado en la cara y él solo pregunta al soldado: “si dije algo malo, dímelo, sino ¿por qué
me pegas? (Jn, 18-14). Jesús,
no era cobarde. La lección enseña que seamos capaces de
desarmar al agresor, que no ataquemos a él, pero sí contra la agresión,
para desarmar la bomba del corazón. El hombre, por su naturaleza caída, busca
vengarse.
Opositores de Cristo los calumniaban. El común denominador de todas sus acusaciones es que Jesús no cumplía la Ley. Le acusan de blasfemo, cuando perdona los pecados al paralítico y después le cura de su enfermedad (cfr. Mt. 9, 3-39)
Dicen que es pecador, le acusan de
pecados concretos contra la Ley, como violar el sábado haciendo milagros y
curaciones, como si no fuese lícito hacer el bien en sábado (Jn. 5,16) También
le llaman mentiroso…dicen su testimonio no es verdadero” (Jn. 8,13)
También decían que era ignorante porque
no había estudiado en ninguna de las escuelas de Israel. Otra acusación es que
estaba loco, e incluso muchos de sus parientes interpretaron así su predicación
tan fuera de lo común.
Ser humilde es empresa que requiere valentía, grandeza y sencillez. Soportar la humillación por
parte del otro, no es tarea de cobardes. Una relación laboral, vecinal o de
pareja, será exitosa sólo si alguien cede. Paradójicamente, el más fuerte es
quien más cede, en orden a un bien mayor.
¿Cuándo entenderemos que la mansedumbre
(no el mbareté ignorante y matonil), es fuerza, fuerza tan fuerte que puede
dominar la violencia, la rabia y la agresión?. Por eso la templanza es virtud: “Es
fuerza en estado de paz, una fuerza apacible y llena de paciencia y de mansedumbre”
(cf. Carlos Díaz-10 Palabras clave…p.85).
Perdonar es renunciar al derecho por
amor, en favor de alguien sin derechos. Jesús descendió y sigue descendiendo,
cargando con mis miserias pasadas, presentes y futuras, haciéndose Él mismo
carne de pecado, no porque haya pecado, sino para aniquilar nuestros infiernos.
¿Quién soy yo para que Él, resucitado y
resucitador haga todo esto por mí? (p. 44)
La calumnia es propia de corazones
enfermos que inventan acusaciones. Satán es
acusador, un ser malévolo (Job 2, 1-2). La persona magnánima (magna-ánima,
alma grande) es sana, ama. El sano es sociable, se comunica; el enfermo se
esconde… se auto clausura progresivamente conforme avanza la gravedad de su
dolencia.
Se conoce del
maltrato físico y emocional a los hijos y sus graves consecuencias. Hoy se
habla de otro modo de violencia que se da en sentido contrario. Denominan “síndrome
del emperador” al hecho de “hijos que maltratan a sus padres“.
¿Por qué un hijo
maltrata a sus padres, especialmente a su mamá? Es que desde pequeños han insultado
a todos, y, en casa, sus exigencias han sido atendidas sin frenos ni
barreras.
Cuando crecen,
los casos más graves llegan a la agresión física, afirma entre
otras cosas Eva Paris que, además de haber pisado multitud de países y
ciudades, escribe en Voy de viaje,
su blog personal, en “Diario del
viajero” y en “Bebés y más”.
En puridad, ¿qué tanto puede dañar una calumnia si la
conciencia no me molesta?… ¿qué importa lo que digan? ¿Vale menos una conciencia
limpia que la lengua carroñera? Cada quien decide ser soberano de sí mismo o,
esclavo de los demás. Francisco de Asís nos enseña que somos libres si tenemos
la conciencia – no solo tranquila – sino fundamentalmente, ¡¡LIMPIA!!.
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