"UNA NOVEDAD ABSOLUTA"
La gran obra de nuestra vida es nuestra propia persona. Es llamada a realizar un sentido, unos valores, unas posibilidades. Tanto es así que la persona se construye como tal en la medida en que se descentre, en que su vida sea desvivirse por otros en la realización de un horizonte de sentido. (Está más allá de sí)
Toda persona
se percibe a sí misma como siendo alguien (y no cosa). Y somos
alguien en la medida en que actuamos como alguien. Así, somos
actividad, fuerza, creatividad, es decir, energía:conjunto
de capacidades.
Somos dínamis: potencialidad, constelación de capacidades, físicas,
psíquicas. lingüísticas y comunicativas, destrezas manuales, intelectuales, de
relación y afectividad (apertura, ternura, amabilidad, perdón, tolerancia);
acción de gobernar, organizar. Tenemos capacidades morales para gestionar nuestra
propia vida.
Ante todo, somos porque hemos sido amados por Alguien que nos amó primero. Por tanto, en primer lugar,
somos don. El hombre es en principio un material en bruto. Pero luego cada uno tiene que
esculpir su propia estatua. Por eso el resultado final
depende de lo que uno hace con lo
que ha recibido.
No somos
lo que señalan estos dones, posibilidades y capacidades
recibidos sino lo que queremos ser en función de lo que estamos llamados a ser y podemos ser.
No sólo somos
creatividad, actividad, capacidad. También somos finitud, limitación. Nuestro
tiempo es limitado. Somos homo sapìens, homo faber y homo patiens: Sufrimos,
sentimos culpas y además, debemos enfrentar la muerte.
Esto, supone el
reto de realizarnos en el sufrimiento, trocando el sufrimiento en tarea
personal, la culpa, en ocasión de crecimiento y conversión, la muerte, en toma de
conciencia de la fugacidad del tiempo, de que cada día es único, de que cada
ocasión es irrepetible.
El gran reto, por consiguiente, no
es el ilustrado «atrévete a saber», ni el hedonista «atrévete a disfrutar», ni
el economicista «atrévete a tener». El gran reto es «atrévete a esculpir tu propia estatua».
Persona es aquél
que no es cosa, ni puede ser tratada como
tal. Somos un «quién», no un qué. No somos algo etiquetable que podamos decir
de una vez para siempre que es.
Si aceptamos esto, podemos aceptar también que la persona: Nunca puede ser utilizada como un medio sino como un fin en sí. Y esto significa que la persona tiene dignidad y merece respeto absoluto al margen de su edad, condición,
coeficiente intelectual, género e incluso,
actuación moral.
Teresa de Calcuta y A. Hitler tienen la misma dignidad personal, no la
misma dignidad moral. Como persona son igualmente respetables, pero moralmente,
la segunda es absolutamente reprobable.
- Que la persona es una realidad no
significa que lo sea en plenitud al nacer: se desarrolla en el dominio de sí,
progresivamente….
- La persona tiene un valor absoluto por ser fuente de todo valor. No es el absoluto, pero tiene en sí un valor absoluto,
respecto de cualquier otra realidad material o social y que jamás puede ser considerada como parte
de un todo.
–Ser persona implica que es un ser inacabado.
Ha de crecer, construirse, mejorar (o degradarse).
No es etiquetable ni sometible a categorías definitivas: etiquetarla como vago, inútil, drogadicta, es
cosificarla, clasificarla, no admitir que pueda redimirse.
Por eso, hay que tratar a las personas no como son sino como quisiéramos que fuesen, no por lo que son, sino por lo que están llamadas a ser. (Lecciones del Dr. Xosé Manuel Domínguez Prieto – Para Ser Persona, pgs 15-18)
Por eso, hay que tratar a las personas no como son sino como quisiéramos que fuesen, no por lo que son, sino por lo que están llamadas a ser. (Lecciones del Dr. Xosé Manuel Domínguez Prieto – Para Ser Persona, pgs 15-18)
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