miércoles, 24 de octubre de 2018

HIPOCRESÍA…


¿QUÉ ES…QUÉ NO ES?

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El diccionario dice: “Hipocresía es la actitud de fingir determinadas ideas, sentimientos o cualidades que son contrarias a las que en realidad se sienten, se tienen o piensan”.

Sabido es que, por nuestra naturaleza caída, los seres humanos mentimos por razones varias: ocultar una enfermedad grave, inventar excusa al llegar tarde al trabajo, atribuirnos méritos que no poseemos, modificar montos en boletas de venta, entre otras “avivadas” envueltas en el “rubro de mentiras piadosas”.

Está también la hipocresía formal – de etiqueta-, en algún encuentro institucional o político; al acercamos a los “tiburones de dientes largos y afilados” (a quienes odiamos o envidiamos) con halagos, fingimos sonrisas. Pero de regreso a casa, arremetemos con críticas de grueso calibre. Y la lista puede seguir…

No siempre somos veraces por temor al rechazo, o para que la otra persona no se sienta mal. Nos mentimos a nosotros mismos al decir: “fue un placer” cuando nunca fue un placer. Es que el hombre, animal inteligente, es al mismo tiempo, el más miserable, mezquino y sucio. Pero, estamos llamados a ser íntegros, aunque no sea fácil, porque es la única forma de vivir en paz.

Jesús distingue entre pecado y pecador. Con el pecado es intolerante. Con el pecador, misericordioso. En cada pecador ve a un hijo de Dios desatinado. Sus palabras son tiernas y perdona ante el menor signo de arrepentimiento.

Jesús se da a los pecadores, no evita hablarles: come con ellos. Comer con alguien es signo de comunión. Él come con ellos para acercarlos al banquete celestial. Ama primero al pecador y luego le invita a la conversión. Rechaza el pecado. (Jn 8,11. No prefiere a unos sobre otros: Él vino a sanar al enfermo, a rescatar al perdido, sea quien sea (Lc 7, 50).

No tenemos control sobre los demás. Cada uno es único responsable de sus propias acciones. Lo que debemos hacer es, controlar nuestros pensamientos y aceptar los límites, es decir ocuparse cada uno de sí mismo sin juzgar a los demás. No pretendamos controlar la conducta de los demás, aunque creamos que sería mejor para ellos.

Entonces, “no hablar, no saludar, no meterse con el hipócrita, autoexcluirse o auto-blindarse para no ser hipócrita”, es admitir el error como bueno, ¿humanamente explicable?, pero cristianamente y éticamente inaceptable, porque “si nos alejamos de los malos para no contaminarnos”, forzosamente concluiríamos que, Jesús es un hipócrita profesional.

El Señor dice que el “trigo crece con la cizaña”, (Mt. 24,30) es decir, “que crezcamos junto a ellos, tal vez con la esperanza que nuestra luz alumbre más fuerte que su oscuridad y termine iluminándolos también”. Esto, lejos de ser hipocresía, es mucho coraje.

Reiterando: Jesús vino a sanar a "los enfermos". Nosotros mismos fuimos sanados de tantos y grandes pecados, luego, ¿por qué ahora queremos actuar con despiadada dureza con los otros?

Nuestro deber como cristianos es perdonar, dar ocasión de cambio a los más pecadores, tal como Dios hace con nosotros, perdonándonos una y otra vez. ¡En la oración del “Padre Nuestro”, se establece este requisito!.

Conclusión: Si el Maestro Jesús enseña no condenar al semejante, debemos obedecerlo. De lo contrario, nuestra vida será infectada por la desobediencia y puritanismo, que matará todo lo sano de las enseñanzas éticas y cristianas.

Ya lo dijo Gutzon Borglum, escultor estadounidense (1867-1941) “El puritanismo nos ha hecho tan estrechos de mente y de tal modo hipócritas y ello por tan largo tiempo, que la sinceridad (…) han sido completamente desterrados con el consecuente resultado que ya no pudo haber verdad alguna, ni en los individuos ni en el arte”.

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