El P. Juan Mohana, en su libro “La Teología y las Relaciones Interpersonales”, dice:
“La Delicadeza es una virtud fuerte, difícil; indispensable a los groseros, intempestivos, estúpidos, intolerantes, indiscretos, descontrolados, nerviosos, tímidos, maleducados y egoístas de todos los matices”
- La delicadeza es, también, una forma que brota de la fe. Voluntad de santidad traducida en gestos inspirados en Aquel que es el santo hecho visible para el corazón humano. “En verdad os digo, que cuanto hicisteis a uno de mis hermanos, a Mí me lo hicisteis” (Mt. 25:40).
- La mansedumbre y la delicadeza son virtudes hermanas. La mansedumbre anda siempre de la mano con la delicadeza. Quien cultiva la mansedumbre más fácilmente se vuelve delicado con todos, incluso con el prójimo más cercano, las personas con quien vivimos en comunidad. “Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt. 11:29).
En nuestro día a día relacional necesitamos:
- Delicadeza de la memoria: Este precioso don de Dios es un instrumento de amor que procura ser delicado como Cristo. ¿Qué tan delicada es nuestra memoria?
- Delicadeza de lo imprevisto: Felizmente, la vida no es computarizada. Mucho menos la vida que llamamos “convivencia comunitaria”.
- Delicadeza en la coexistencia: ¡Cuántas oportunidades! Aceptar las diferencias individuales, aceptar a las personas como ellas son, sus cualidades y sus limitaciones.
- Delicadez en el hablar: San Pablo, batallador de la delicadeza, usó vocativos cariñosos con los cristianos ingratos, llamándolos: ¡Hijos míos! (Gal.4:19); superlativos suaves como “amadísimos”; recomendó a los cristianos de Roma la virtud de la delicadeza en ocasión de divergencias que habían surgido entre ellos y aun en cuestiones de fe.
“Acoged con delicadeza al que es débil en la fe sin discutir opiniones. Uno puede creer comer de todo, mientras el débil no come más que verduras. El que come, no desprecie al que no come, tampoco juzgue al que come, pues Dios lo ha acogido con delicadeza”
Este es el principio evangélico: delicadeza en el intercambio ideológico, diálogo, jamás guerra. Con riguroso espíritu cristiano Pablo está mostrando la necesidad de ocuparnos con la manera de contestar, de responder, de preguntar, de censurar y hasta de silenciar en la convivencia con personas de opiniones diferentes.
- Delicadeza en el servicio: Jesús nos dejó una regla de oro para la delicadeza en el servicio: “No vine a ser servido, sino para servir” (Mc. 10:45)
Un obstáculo interior a la delicadeza puede ser el temperamento. Por la misma estructura psicológica, el temperamento colérico y el temperamento extrovertido, en dosis dominante presentan una lucha reñida para que el comportamiento grosero no sea el estilo personal de convivir. (El mbareté-pokaré tan arraigado en nuestro “sistema operativo” es una conducta contraria a la virtud de la delicadeza)
No hay comentarios:
Publicar un comentario