La semana pasada, con la Soberbia, hemos iniciado esta serie de artículos referidos a los pecados capitales, con el propósito de meditar profundamente durante esta Cuaresma. Hoy tomamos los tres siguientes: Avaricia, Lujuria y la Ira.
Avaricia (del latín avere, desear con avidez) Es el apego inmoderado a las riquezas y a los bienes terrenales. Apego al dinero por el dinero. La frase muy famosa acerca de la avaricia lo tenemos en 1ª de Tim 6,9: “En cambio, los que quieren hacerse ricos no resisten la prueba y caen en la trampa de muchos deseos insensatos y perjudiciales, que hunden a los hombres en la ruina y la condenación”.
Hijos de la avaricia son el robo, el fraude, la mentira, la violencia y el endurecimiento del corazón. ¿Cuántos hombres y mujeres han perdido su libertad y familia por culpa de este pecado?
Lujuria (del latín luxare, dislocar y luxus, exceso, desenfreno). Es apetito desordenado de goces carnales. Sus hijas son la ceguera de espíritu, la precipitación, la falta de juicio y equilibrio, la inconstancia, el amor a sí mismo y el odio a Dios. La víctima de este mal se apega a los bienes del mundo y sobre todo a lo que estimula el placer sensual y desordenado. Siente temor por el futuro y por lo tanto vive en constante desesperación.
Así las cosas, el mundo vive totalmente erotizado. Un culto al pansexualismo delirante. La televisión e internet, mal utilizados, son vehículos supersónicos que trasladan pornografía a todo el globo y pervierten millones de almas, niños incluidos. Así esta fuerza de tsunami sexual, prolifera el homosexualismo, la pederastia, la zoofilia y demás perversiones sexuales. ¿Cuánta destrucción y dolor ha causado la lujuria en miles de hogares?
Ira. Es la reacción del apetito sensible llamado pasión. Es el “enfurecimiento terminal” que padece la persona presa de la ira. Conste que la ira puede ser justa o injusta. Ejemplo: La sed de justicia, o injusta, si es inspirada por estúpida “pichadura”.
El hombre arrastrado por la ira se desconoce, pierde control y puede cometer cualquier tipo de barbaridad. Por eso, la ira es pecado capital. Tiene paternidad sobre varios vicios. Sus secuelas son el arrebato, los gritos, las palabrotas, las calumnias, las peleas y lesiones, cuando no, el crimen. Si es frecuente es peor aun, porque se revela en el ser la incapacidad de controlar las pasiones y la venganza.
El ser dominado por la ira no piensa, y el hombre que no piensa se va haciendo cada vez menos hombre. Se ha dicho que todos somos novios y amantes de la bella paz, pero curiosamente, nunca nos casamos con ella. ¿Cuántas almas lloran hoy arrepentidas, la sentencia de tener que soportar muchos años de cárcel por no haber podido controlar su ira?
El tiempo de Cuaresma es un tiempo de reflexión, de arrepentimiento y conversión. Es el proceso que nos lleva a la gracia y a la felicidad. Recordemos siempre que “una filosofía de vida que se pierde en la reflexión, sin darle un camino de acción al pensamiento, es estéril”
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