¿Utopía Posible?
Irrebatible realidad es que, ser hombre es una tarea titánica. La profesión primaria, se oye decir, es la que es común a todos los seres y nos corresponde por el mero hecho de vivir. Es el difícil oficio de “ser hombre”, en su más encumbrada expresión.
Y soñando con una utopía posible, me permito señalar algunas sugerencias que se pueden ensayar, para el logro efectivo de reconstruir al hombre compatriota del 2011:
Sentido de pertenencia. Ser paraguayo no es ninguna deshonra. Nunca lo ha sido. Entre otras cualidades que debemos y podemos recuperar se encuentran la hospitalidad, la jovialidad, el respeto a las personas, a las instituciones y a nosotros mismos. “El Paraguay es mi casa” podría ser el lema que recree, una y reúna a la nación guaraní, a través del folclore, la música paraguaya, las comidas típicas y nuestro dulce idioma. (No como el que se enseña hoy, un guaraní de laboratorio, culí y argel que sólo provoca rechazo)
Que la ligereza con que muchos despreciamos lo nuestro, para abrazar con inusitado fervor, indecentes modismos y baratijas foráneas, sean sepultados con el año que termina. ¡No nos avergoncemos de ser paraguayos!
Que los Poderes del Estado se rediman de su incompetencia y pigmea filosofía caníbal, pues éstas sólo producen hombres estrella y no equipos corresponsables que trabajan por el país, a quien dicen servir. Ello, entre otros, supone eliminar la floreciente industria del compadrazgo, la complicidad, la adulonería, las amantes de escasos atuendos pero abundantes siliconas y poco seso, el cuaterismo, así como la excesiva y pesada burocracia que alimenta la coima y voraz corrupción que engalanan a nuestras Instituciones.
Que la tan mentada educación produzca estudiantes y profesionales idóneos, competentes y honestos. Hoy el mercado está inundado de incompetentes egresados, con serios problemas con la lengua de Cervantes - para hablar y escribir – cuando no, de neotiburones que con ferocidad compiten - las más de las veces - en las anchas avenidas de la ilegalidad. No debemos temer a la competencia, sí a nuesyra propia incompetencia, nos recuerda Miguel A. Cornejo
Finalmente y, habida cuenta que somos un pueblo mayoritariamente cristiano, hagamos el esfuerzo de recuperar y fortalecer valores como la decencia, respeto, honestidad, puntualidad, así como la espiritualidad. La mitad superior del hombre, que es la interioridad, nos lo reclama. Recordemos que somos carne espiritual y espíritu encarnado y por lo mismo, somos más que estructura ósea, pulsiones y nervios.
Repito esta verdad aprendida hace algún tiempo: “Si Dios no pasa por la aduana de nuestra mente, no tendrá visa de entrada en el territorio del interior humano, y por consiguiente, tampoco en el territorio nacional”.
Sólo con ayuda divina podremos lograr los objetivos señalados, pues el Salmo vuelve a insistirnos: “Si Dios no edifica la ciudad, en vano trabajan los que en ella se fatigan”
Feliz año 2011
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