BICENTENARIO
Lo que no se podrá festejar...
No se trata de ignorar aspectos positivos acaecidos en doscientos años de vida paraguaya, ni negar que nada hay que festejar. Por ejemplo, nos hemos zafado de las garras de los españoles quienes imponían su tiranía y además, se apoderaban de gran porción de las riquezas de nuestra América morena. Hoy vivimos en democracia, y no es dato menor, pues no se conoce mejor sistema político que la democracia, por consiguiente, hay fundamentos para agasajos.
Pero con certeza absoluta, lo que no podemos festejar es una serie de flagelos que los 200 años de vida paraguaya no han alcanzado para erguirnos como nación digna y libre. Por cuestión de espacio, sólo se cita unos ejemplos:
a) Nuestra educación es una de las peores del mundo. Se habla de que Paraguay está entre los últimos en todos los niveles de enseñanza. Esta realidad es fácilmente comprobable al oír hablar o escribir a egresados de cualquier carrera universitaria.
b) Tampoco nos hemos liberado de la tiranía de nuestros mal llamados “hermanos” y “socios” del Mercosur, ante quienes siempre hemos desempeñado brillantemente el papel de cenicienta. Es harto conocido el caso Itaipú, donde nuestra energía la vendemos a precio de tortilla. Un ejemplo reciente: Hace pocos días la socia y hermana Argentina, una vez más, nos ha bloqueado el comercio a través de sus fronteras, ocasionando graves perjuicios económicos para el Paraguay. ¿Cómo un inofensivo mandi-í (Paraguay) puede ser socio de un inamistoso tiburón (Argentina o Brasil)?
c) Datos estadísticos actuales señalan que alrededor del 20% (un millón doscientos mil paraguayos sobreviven en la extrema pobreza, lo que supone buscar afanosamente en la basura algo que comer y algún lugar donde dormir.
d) Instituciones como el Poder Judicial y Ministerio Público compiten por el primer lugar en corrupción. Nuestro desatinado Congreso, entre otras instituciones del Estado, no es muy diferente. Es que en su mayoría - dice aquel aforismo - los políticos son vendedores ambulantes de baratijas demagógicas que amoldan a "sus medidas" las instituciones a las que dicen "servir".
Así las cosas, una considerable cantidad de paraguayos no tiene mucho que festejar. Ellos, los 1.200.000, siguen tan rechazados y oprimidos, como antes, como siempre. Para ellos, los próceres no son sino carísimos cuadros pintados que significan, nada.
Propuesta: Festejemos el Bicentenario con austeridad. Evitemos el colosal gasto superfluo, antes bien, que se destinen recursos para ampliar y mejorar escuelas, puestos de salud y dotarlos de medicamentos básicos para los miserables compatriotas que sobreviven en lejanas campiñas de nuestro territorio.
Y nosotros los plebeyos, que no succionamos las tetas del Estado, en y durante la algarabía que ya empezamos a vivir en el 2011 y al son de ¡Viva la emancipación... la independencia!...no dejemos de luchar por construir una sociedad más justa, donde nadie esté por debajo de la ley ni por encima de ella. Luchemos por conseguir valores como respeto, honestidad y decencia, dignidad y libertad, pues para muchos compatriotas, todos estos vocablos son solamente palabras sin sentido.
Recordemos que los grandes países se independizan una sola vez, en cambio los pequeños como el nuestro, debe hacerlo constantemente.
Un buen propósito sugerido: Sacudirnos y desafiliarnos definitivamente de esa chatura cívica que padecemos y que producen colosales ignorantes, despatarrados, pasotas, prepotentes, es decir, que fabrican el “hombre absurdo”. Motivo faraónico para festejar será por ejemplo, pisotear la creencia que la democracia es un sistema político en el que una mayoría de tontos elige a una minoría de saqueadores.
Entonces y sólo entonces podremos gritar legítimamente.... ¡Viva el bicentenario.. Salud!!!
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