¡NO
TIENE LA ÚLTIMA PALABRA!
El grado de desorden y maldad que existe en el universo, se deteriora y corre a toda velocidad hacia el caos.
Si echamos una mirada al mundo y se hace un balance entre el bien y el mal, parece que este último va ganando terreno. Los vicios son cada vez más aceptados. La familia es atacada como nunca. Resultado; hoy fracasan la mitad de los matrimonios. Y de yapa, no pocos países han legalizado las uniones entre personas del mismo sexo.
Actualmente unos 200 millones de
cristianos son perseguidos en el mundo a causa de su fe. En Canadá está
prohibido enseñar que el aborto o la homosexualidad son malos, so pena, si uno
es demandado, de ir a la cárcel, cuando menos. Y la lista puede seguir…
Si consideramos estos y otros tantos
males conocidos, pareciera que el Reino de Dios sencillamente no existe; que
Jesucristo fracasó en la Tierra y que el Leviatán salió de las profundidades
marinas. Es decir, que el demonio está “ganando”.
Dice Benedicto XVI: «Dios no fracasa, deja actuar la libertad del hombre, que dice continuamente “no”. Pero la fuerza del amor de Dios, es más grande que el ‘no' humano. A cada ‘no' humano, se abre una nueva dimensión de su amor, y encuentra un camino para realizar su “sí” al hombre, a su historia y a la creación».
«El mal nunca tendrá la última palabra, a pesar de que nos invade e inquieta, en el ámbito social, político y económico, así como en lo cultural y religioso. Pero la victoria de Cristo, que vence la muerte, con su Resurrección, es la victoria que nos anima». (Mons. Edmundo Valenzuela)
Recordemos que «Dios es fiel, y Él no
permitirá que seamos probados más allá de nuestras fuerzas. Al contrario, en el
momento de la tentación, nos dará el medio de librarnos de ella, y nos ayudará
a soportarla» (1ª Co 10, 13).
El mal no tiene la última
palabra.
“Los
habitantes de Jerusalén y sus jefes no reconocieron a Cristo, pero, al
condenarlo a muerte, dieron cumplimiento de hecho a las palabras de los
profetas” (cf. Hch 13,27). La maldad y la ignorancia de los hombres, no puede
frenar el plan divino de redención. El mal no puede más que el bien.
Así las cosas, no hay motivos, para
rendirse al despotismo del mal, si pedimos al Señor Resucitado que manifieste
su fuerza en nuestras miserias. En este camino, la Iglesia tiene que actualizar
lo que fue Jesús: el Buen Samaritano, que viniendo de lejos se insertó en la
historia de los hombres, nos levantó y se ocupó de nuestra curación.
El compromiso asumido libremente en el
bautismo, de Sacerdote, Profeta y Rey, nos interpela a hacerlo vida, esto es, ir a
nuestro, pueblo, a evangelizar su conciencia con verdad robusta y sincero amor
de patria. Por ello, subsidio mi ignorancia y debilidades humanas con
la bendita oración que los del MCC decimos, una y otra vez:
Señor Jesucristo: tus militantes de Cristiandad, que en su audacia, y fiados de tu ayuda, queremos ser fermento vivo entre la cristiandad de…nos postramos reverentes ante Tí. Queremos CONOCER a Jesucristo. Queremos AMAR a Jesucristo. Queremos AYUDAR a Jesucristo. Queremos SUFRIR por Jesucristo. Queremos VIVIR en Jesucristo.
Queremos
ser
tuyos, Señor, los tuyos de veras; los que no duden, los que no titubeen…los que
no conozcan las medias tintas ni las posturas ambiguas; los que lo den todo
antes de traicionarte. Por esto, Señor (…), te rogamos que nos formes (…) y nos
enciendas en santa valentía y afanes de conquista. No mires la ruindad de
nuestra vida, sino el amor con que nos amaste en la Cruz.
Acepta Señor nuestra consagración y haz
que nunca retractemos nuestro compromiso. ¡Sagrado Corazón de Cristo! (...) Queremos ser tuyos de verdad (…) Danos
fuerza para llevar la cruz mientras nos dure la vida.
Aunque todos a nuestro alrededor sean
cobardes, queremos, ir contra
corriente detrás de Ti (…) Enséñanos a
rezar. Danos el hambre de tu Eucaristía. Enséñanos a dar testimonio de Ti en
nuestra vida. (…) Haz que el mundo
vuelva a Ti, aunque nos cueste la vida. Amén
Ya no seamos miembros de esos
movimientos “alegremente tristes” que al salir del templo, solo se interesan en
comentar trivialmente el tiempo atmosférico (¡ndera, hakuete piko!) o discutir
el colosal vyroreí ... si quien es el mejor jugador del mundo: Cristiano o
Messi. ¿Qué importa?
Proclamar el kerigma con el corazón de
hielo es proclamar el Evangelio como mala noticia, dirá Carlos Díaz, en ¿Es grande ser joven?.
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