Normalmente, estos términos son
interpretados como sinónimos. No hay propósito de contradecir conocimientos de
expertos en la materia. Solo deseo comentar lo que para mí significan estas
palabras. El diccionario Espasa dice:
Contentamiento: complacencia, contento, gusto, contentarse con, satisfacerse con,
tomarse algo lo mejor posible, ver el lado bueno de algo. Conformista: acomodaticio, amoldable, apatía, ociosidad, resignado. (Antónimos.:
rebelde, inconformista).
“Lo esencial para ser feliz es estar
satisfecho con lo que eres y con lo que tienes en el momento presente. Esa
tranquilidad interior cambiará tu punto de vista sobre las cosas y tu mente
estará en paz”, se lee en las enseñanzas del Dalai Lama.
Sabido es que el ser humano, por su
naturaleza caída, es insaciable “vosa revi soro” en sus deseos. Codicia, avaricia y ambición; el deseo de figurar, ser
reconocido y recibir palmaditas en la espalda…es moneda corriente.
Y cuántas veces nos sentimos inconformes
con nuestra realidad y sufrimos por no estar a gusto con ella. Un compañero de
trabajo impertinente, un vecino molesto,
una contingencia (noticia o acontecimiento) desagradable…Son cosas y casos de
todos los mortales en la vida.
Ni ambición sin frenos
ni barreras, ni conformismo, apático y paralizante. Los extremos son perjudiciales.
Porque la ambición desmedida y “deseo ardiente” por poseer más y más, oscurece y
“encallece” los sentidos e invierte nuestras prioridades. Nos tienta a hacer
cualquier cosa para conseguir dinero, fama o poder. Lo curioso: el poseedor de “cosas”,
es una “cosa” más entre tantas cosas, poseído por sus posesiones.
Así, al no tener ganas de
superarse, no realizar esfuerzo o no trabajar, no se puede disfrutar y dar un
mejor futuro para la familia. Entonces, ¿cómo superarnos sin que las “sirenas” del
progreso nos quebranten? ¿Por qué no disfrutamos de lo que tenemos en vez de
envidiar o quejarnos por lo que nos falta, sin que el conformismo nos estrangule?.
El contentamiento se puede entender
como la actitud que nace del querer estar “contentos” con lo que tenemos y,
agradecidos por lo que vamos logrando en la vida. Porque nadie es tan pobre que
nada tenga que ofrecer, ni tan rico que de nadie pueda necesitar, dice un adagio.
“He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación… Se vivir
humildemente y se tener abundancia… Todo lo puedo en Cristo que me
fortalece”. (Filip 4:11-13) Esto se practica, porque no es algo natural, que se logra
apretando una tecla. Lo natural en nosotros es insatisfacción, sensación de necesitar
siempre, algo más.
Juan Sebastián Celis
Maya
dice: “Algunas personas a través del conformismo llegan a aceptar cosas que de
manera consciente o racional rechazarían... Curiosamente, muchas de las
decisiones conformistas de las personas van en contra de toda lógica y sentido.
El conformismo es básicamente un estado
mental en que las personas aceptan las situaciones, personas y condiciones en
su vida, porque creen que es imposible realizar un cambio, una mejora o un
progreso. Usualmente estas personas nunca llegan a ser líderes, son mucho más
reactivos que proactivos.
Algunos ejemplos de conformismo: El
empleado que está trabajando en algo que no le gusta. La mujer con el esposo
que la maltrata. El adolescente estudiando una carrera universitaria que no es
de su agrado (…) Por lo regular, el
conformismo se basa en aceptar lo que otras personas quieran imponernos.
El conformismo te puede llevar a que
aceptes vivir la vida que otro ha diseñado para ti, en beneficio suyo. Existen
personas que buscan beneficiarse del conformismo de los demás, y lo han podido
llegar a hacer de manera legal. La gente
llega a pensar que es mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
Se me ocurre que la siguiente reflexión es pertinente para el caso que nos ocupa:
“Siempre me siento feliz. ¿Sabes por qué? Porque no espero nada de nadie;
esperar siempre duele. Los problemas no son eternos, siempre tienen solución.
Lo único que no se resuelve es la muerte. La vida es corta, por eso ámala, se
feliz y siempre sonríe, solo vive intensamente.
Antes de hablar, escucha. Antes
de escribir, piensa. Antes de herir, siente. Antes de rendirte, intenta. Antes
de morir, vive. (William Shakespeare)
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