martes, 20 de septiembre de 2016

FE Y EXPERIENCIA CRISTIANA...

 ¡¡TITÁNICO DESAFÍO!!

Resultado de imagen para santo tomas de aquino¿Qué es la fe? Nadie deberá asombrarse si decimos que nos metemos en una empresa de máxima dificultad al intentar escudriñar la significación íntegra de una palabra fundamental, afirma Josef Pieper.


No han de faltar quienes lo definen de ésta o aquella manera, y otros, con demasiadas perfecciones. Bueno, por tanto, es recibir con recelo y desconfianza definiciones tan sospechosamente exactas.

San Agustín dice que sin previo saber no hay fe alguna que creer, y que nadie puede creer si no entiende alguna cosa. Y Santo Tomás afirma que “el hombre no podría asentir por la fe a ninguna proposición, si no la entendiese de alguna manera”.

Creer, por consiguiente, significa lo mismo que tomar posición respecto a la verdad de algo dicho, esto es: “Creer quiere decir que se tiene una afirmación por verdadera y lo afirmado por real, por objetivamente auténtico”. Sólo quien sabe y quien cree asiente sin limitaciones ni condiciones. Es célebre la frase de San Agustín: “Nadie cree sino de libre voluntad”. De donde se sigue, dígase de paso, que el creer brota de la libertad.

El hombre puede ser obligado a hacer cosas de muy variada índole, y no son pocas las que hace en contra de su voluntad; pero creer sólo puede si quiere. Además, conviene meditar esta agresiva frase del Cardenal Newman: La fe tiene que poder ser referida finalmente a la contemplación y a la razón, si no queremos ponernos del lado los extravagantes o ilusos”.

Pero aquí hay que separar al hombre que “sabe del que “cree. El hombre que sabe y cree, hace. Sólo el que sabe, cree y hace puede tener y hablar de experiencias. Porque la fe cristiana es un camino, y es propio del camino, el que sólo entrando en él, se reconozca que uno va caminando por él.

Explicaba el maestro S. Núñez: Conocimiento que se adquiere gracias a la práctica y a la observación: La experiencia es madre de la ciencia. En el caso que nos ocupa, engloba la totalidad de vivencia cristiana; esto implica vivir en una red de relaciones mutuas, de comunión con los otros y con Dios.

La experiencia no es una simple cuestión cuantitativa, sino cualitativa: un «hombre de experiencia» no es necesariamente uno que ha vivido más acontecimientos que los demás, sino, uno que los ha vivido mejor, en plenitud. Un cristiano inserto en la comunión eclesial vive en ella de manera tanto más fecunda cuanto más (a) rectifica lo que está equivocado, (b) mejora lo que ya es bueno y (c) acepta el reto a la santidad.

Un cristiano que desarrolla su fe “a control remoto”, desde el cómodo sofá de su beata somnolencia, es simplemente alguien que tiene los pies firmemente apoyados en el aire, (creo haber oído decir a Carlos Díaz??). Así las cosas, no es raro suponer que este ejemplar vive separando su fe de la moral. (Ej. Misa dominical, cumple con ritos y devociones, colabora activa y con efectivo, etc. y a pesar de ello, es adúltero, negrero, maneja cuentas y negocios subterráneos... no se sujeta a los grande imperativos de la fe bíblica).

Y esta es una de las preocupaciones pastorales más agudas en la actualidad, en el que muchísimos piensan y viven como si Dios no existiera. (VS nº 88-94). Benedicto XVI, en su homilía con motivo de la inauguración del año de la fe (11.10.12) dijo: “Cristo no es solamente el objeto de la fe, sino, el que inició y completa nuestra fe”, aludiendo a Hechos, 12, 2).

 Una experiencia de fe podríamos ensayar desmenuzando el siguiente registro bíblico: (Lucas 4, 18-19): “El Espíritu del Señor está sobre mí. Él me ha ungido para traer Buena Nueva a los pobres, para anunciar a los cautivos su libertad y a los ciegos que pronto van a ver. A despedir libres a los oprimidos y a proclamar el año de la gracia del Señor”. 

Nadie nace siendo cristiano, ni siquiera cuando nace en un mundo de padres cristianos. Esta afirmación interpela a cultivar la mente, fortalecer la voluntad para disciplinar nuestra conducta. (Fuente: catholic. net)

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