El Apóstol Pablo pregunta: ¿“No saben ustedes
que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que Dios les ha dado, y que el
Espíritu Santo vive en ustedes”. Ustedes no son sus propios dueños, porque Dios
los ha comprado por un precio. Por eso deben honrar a Dios en el cuerpo” (1ª
Cor. 6.19).
En la biblia (Jn 14-16; 14-26; 15-26; 16-7)
nunca se describe al Espíritu santo como un sujeto que obra por sí mismo, al
margen de los hombres, sino que, en la medida en que consolamos a alguien,
descubrimos dentro de nosotros al Consolador; en la medida en que ayudamos a
otro, dejamos actuar al Asistente; en la medida en que defendemos a alguien,
experimentamos al Abogado.
El día que tomamos conciencia de estar
habitados por Dios es como si naciéramos de nuevo, se lee en “Esta es nuestra
fe” p, 111- Luis González-Carvajal.
Lo que el Espíritu Santo produce (Gal. 2,
22-25) es amor, paz, paciencia, amabilidad, bondad, humildad, fidelidad y
dominio propio. Pero, ocurre que no siempre nuestro cuerpo se halla a tono con
la presencia del divino huésped. Algunos ejemplos:
a) Si por el motivo que fuere, farreo
loo jaryí, durante inacabable tiempo (cumpleaños, partido de fútbol, regando
“mi templo” con abundante alcohol…- pobre angá el Espíritu Santo-
le condeno a una borrachera que dormirá horas y horas hasta despertar
maltrecho, babeante, somnoliento …. despidiendo repugnante hedor.
b) Si
además, fumo, el pobre huésped aun -tuichaité ka ú re- será
intoxicado con el grato veneno de la nicotina… la imparable tos, más el
mareo y dolor de cabeza, completará su infortunio.
c) Y si para coronar la estupidez, participo
de algún karaoke - asemejado a plañideras- seguido del infaltable “perreo”,
con movimientos de cópula sexual al uso, ya está completada la feliz
aventura sodomítica-gorromina. Conclusión; el pobre Espíritu Santo
alcoholizado al tope, totalmente intoxicado por el humo, llegará al final de la
inolvidable farra hecho pelota, porque además, el ruido estridente de lo que
llamo música, le producirá terrible otitis aguda.
Así las cosas, el templo lo he convertido en
burdel de baja ralea o cuando menos, en algún balneario público de cuarta,
donde el desenfreno, el mal gusto y la imbecilidad, sientan sus reales.
Recordemos Juan Pablo II, cuando ante miles de
jóvenes dijo: “¿Quieres encerrarte en el círculo de tus instintos?.. En el
hombre, a diferencia de los animales, el instinto no tiene derecho a tener la
última palabra”
Ojalá seamos hombres
alegres y agradecidos como recomienda san Pablo. Seamos verdaderos
templos orantes con el divino Huésped. De lo contrario, como dice Péguy, de aquellos
hombres que oran cuando hay tormentas, cuando aparece algún lío o enfermedad… “oraban
como ocas gruñonas esperando la comida” (118)
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