Con…. ¿Muletas de Cera?
En el artículo anterior decíamos – como afirman
muchísimos – que la Reforma Educativa en nuestro país ha fracasado. El
resultado salta a la vista.
Paradojalmente, se observa un
“progresismo” en los cursos de “didáctica universitaria” y “evaluación superior”,
en los cuales se insiste en aquello de “aprender a aprender…. para muy poco
aprender”, pues la baja calidad del egresado – una cantidad considerable en
conocimientos, expresión lingüística y conducta civica – habla atronadoramente
de regresión.
¿Cómo se explica la inmensa dificultad
del flamante profesional egresado para verbalizar una idea, su propia idea?
¿Qué decir de la incapacidad para redactar con cierta coherencia algunas líneas
en las que se cuelan ingentes-inocentes
errores ortográficos? Y… de conducta ética… ¡Paso. Ni hablar!
Los saberes macizos de hace tres décadas
han sido suplantados por saberes-informaciones
livianos, superficiales, tecnocientíficos, tal como lo es el “estilo de
vida” pererí del hombre ciberantropo, quedando para el recuerdo, esfuerzos y buenas intenciones que haya habido –
si los hubo - de parte de los niveles superiores de la educación, de turno.
Por lo dicho y por otras más - no
dichas, pero sabidas - se produjo – dirá
Carlos Díaz – un “giro paidocéntrico”,
gracias a la cual el alumno siempre lleva razón, como cualquier cliente de
boutique, de suerte que sigue habiendo dictador (zuelo) (cfr ¿Es grande ser
joven, p 95).
Así las cosas, en el actual sistema educativo
de los “nuevos pedagogos”, y de la “pedagogía progre”, el educando impone su democrático/pluralismo/libertino
caprichito de “hijo de papá o nuevo rico” – aunque no lo sea, porque hoy da
igual ser plebeyo o patricio.
Y ¿qué hace el maestro, además de
reivindicar una y otra vez este o aquel derecho, soportando el dedo acusador de
cada vez más gente? Tremendo lío, pues unos se creen con derechos de
reivindicar, mientras los de la vereda de enfrente, de no conceder lo
reivindicado por aquellos.
Entonces, la inseguridad y temor cunde
entre alumnos, padres y maestros desconcertados, conforme pasa el tiempo y como
no se avizoran soluciones a corto plazo, aumenta el notable desconcierto, dando
pie al jocoso aforismo popular que dice: “Estructura es lo que dura, y lo
demás, es coyuntura” (¿Es grande ser joven?, p. 83).
Si el maestro ya nada tiene que decir o
hacer en aula, o porque no sabe o porque el sistema lo impone, haría muy bien
quedarse en su casa, pero muy mal, en cobrar sueldo alguno, como cualquier
planillero de alguna entidad estatal –que se dice servidora del pueblo.
No obstante, es injusto meter a todos en
la misma bolsa. Naturalmente, existen
honrosas, sufridas y notabilísismas excepciones, algunas de las cuales
(alumnos, padres y maestros) muy próximas
y que gozan de toda mi admiración. Estas
excepciones justifican la regla. (cfr. C. Díaz ¿Es grande ser joven? p. 89).
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