martes, 25 de febrero de 2014

PEDAGOGÍA DEL SIGLO XXI (II)


Con…. ¿Muletas  de  Cera?

En el artículo anterior decíamos – como afirman muchísimos – que la Reforma Educativa en nuestro país ha fracasado. El resultado salta a la vista.

Paradojalmente, se observa un “progresismo” en los cursos de “didáctica universitaria” y “evaluación superior”, en los cuales se insiste en aquello de “aprender a aprender…. para muy poco aprender”, pues la baja calidad del egresado – una cantidad considerable en conocimientos, expresión lingüística y conducta civica – habla atronadoramente de regresión.

¿Cómo se explica la inmensa dificultad del flamante profesional egresado para verbalizar una idea, su propia idea? ¿Qué decir de la incapacidad para redactar con cierta coherencia algunas líneas en las que se cuelan ingentes-inocentes errores ortográficos? Y… de conducta ética… ¡Paso. Ni hablar!

Los saberes macizos de hace tres décadas han sido suplantados por saberes-informaciones livianos, superficiales, tecnocientíficos, tal como lo es el “estilo de vida” pererí del hombre ciberantropo, quedando para el recuerdo, esfuerzos y buenas intenciones que haya habido – si los hubo - de parte de los niveles superiores de la educación, de turno.

Por lo dicho y por otras más - no dichas, pero sabidas -  se produjo – dirá Carlos Díaz – un “giro paidocéntrico”, gracias a la cual el alumno siempre lleva razón, como cualquier cliente de boutique, de suerte que sigue habiendo dictador (zuelo) (cfr ¿Es grande ser joven, p 95).

Así las cosas, en el actual sistema educativo de los “nuevos pedagogos”, y de la “pedagogía progre”, el educando impone su democrático/pluralismo/libertino caprichito de “hijo de papá o nuevo rico” – aunque no lo sea, porque hoy da igual ser plebeyo o patricio.

Y ¿qué hace el maestro, además de reivindicar una y otra vez este o aquel derecho, soportando el dedo acusador de cada vez más gente? Tremendo lío, pues unos se creen con derechos de reivindicar, mientras los de la vereda de enfrente, de no conceder lo reivindicado por aquellos.

Entonces, la inseguridad y temor cunde entre alumnos, padres y maestros desconcertados, conforme pasa el tiempo y como no se avizoran soluciones a corto plazo, aumenta el notable desconcierto, dando pie al jocoso aforismo popular que dice: “Estructura es lo que dura, y lo demás, es coyuntura” (¿Es grande ser joven?, p. 83).

Si el maestro ya nada tiene que decir o hacer en aula, o porque no sabe o porque el sistema lo impone, haría muy bien quedarse en su casa, pero muy mal, en cobrar sueldo alguno, como cualquier planillero de alguna entidad estatal –que se dice servidora del pueblo.

No obstante, es injusto meter a todos en la misma bolsa. Naturalmente, existen honrosas, sufridas y notabilísismas excepciones, algunas de las cuales (alumnos, padres y maestros) muy próximas y que gozan de toda mi admiración. Estas excepciones justifican la regla. (cfr. C. Díaz ¿Es grande ser joven? p. 89).

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