No todas las culturas son iguales, pero los “próceres del relativismo” a ultranza opinan que sí lo son, en el sentido que todas valen lo mismo: la cadenciosa danza del vals y el “perreo”; el turú de Atila y la guitarra de Mangoré; cualquier pintura callejera y la de Goya, los goles de Ronaldinho y la cultivada inteligencia de Benedicto XVI.
El dogma del todo depende de, nada es verdad y nada es mentira se “atornilla” muy fuerte en muchas sociedades posmodernas donde conviven ciertas minorías. Cobra vida, entonces, la famosa composición Cambalache del guionista, actor y director argentino, Enrique Santos Discépolo, que entre otras cosas dice: “nada es mejor todo es igual, lo mismo un burro que un gran profesor... da lo mismo ser honesto que ladrón...”
Hermosas palabras hoy, como Justicia, Verdad, Respeto, Libertad, carecen de sentido fijo. Todo depende de.. ¿de qué, de quién? De quien lo diga, y lo entienda, o crea entender... porque algunos lo entienden de esta manera, otros de aquella, y no faltan los que nada entienden.
Ejemplo: la Ética goza entre nosotros de una significación tan generosa que sirve para designar una cosa y su contraria: es ético respetar los derechos y la dignidad de las personas, pero a los que atentan a diario contra tales derechos, también se les llena la boca con apelaciones éticas, nos recuerda José R. Ayllón - “Desfile de Modelos” p. 172.
Se abusa del prestigio de la palabra para justificar lo que muchas veces es injustificable. Se vacía el contenido y se conserva la etiqueta, según la vieja estrategia de la manipulación (p.172) ¡Saludable sería que la sociedad toda y principalmente los políticos, nos redimamos de lacras como la mentira, incoherencia y otros vicios!
Volviendo al relativismo cultural: si es lo mismo jactarnos de conductas atolondradas que vivimos haciendo de ellas cultura - en nuestro fracturado país - como el reprochable acto de arrojar basura en cualquier sitio, orinar en la vía pública en medio de tanta gente, violar con inusitada terquedad demencial las reglas de tránsito y otras miserias que tanto atesoramos..¿por qué no hacemos lo mismo una vez que atravesamos la frontera argentina o brasileña?
¿Qué responderán los pontífices del relativismo a esta pregunta? Probablemente se coserán la boca para no caer aplastados bajo el peso de su propia estupidez. El vocablo Ética no es sólo un discurso o un adorno lingüístico. Es una necesidad hacerlo vida, por medio de la práctica constante.
La buena conducta nos protege de vernos reducidos a la condición de chimpancés con pantalones, gafas de sol y teléfono móvil. Si vivimos como rehenes de la tiranía del pensamiento débil del “todo depende de”, es decir, si arrinconamos los valores al cesto de las “molestias”, si no vivimos los valores éticos, el hombre quedará reducido – como dijo Shakespeare – a mera arcilla pintada, o barro brillante.
Concuerdo con Secundino Núñez cuando dice: “Seamos realistas y clarividentes y tomemos conciencia de la pesada inconsciencia cívica en que yace la conciencia de nuestro pueblo”. Quizá nuestra chatura cívica se deba en gran medida a nuestra eterna cobardía, al miedo de llamar pan al pan y al vino, vino.
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