jueves, 9 de diciembre de 2010

Economía Familiar

Cuestión de Templanza

No es novedad que se torna cada vez más difícil la vida para el que tiene la suerte de ganar un salario mínimo, y nada digamos de aquellos que ganan menos aún. Se aproximan las fiestas de fin de año y no pocos compatriotas expresan su desencanto por los negros nubarrones económicos que ya se les caen encima, debido a que el sueldo de diciembre apenas alcanza y con el aguinaldo ni se cuenta, pues éste había sido ya hipotecado.

Ante esta dolorosa realidad, es menester incorporar a nuestro sistema operativo la virtud de la Templanza. La Templanza grita a los padres de familia: “moderen el despilfarro, tengan austeridad” Si así hacemos, los hijos aprenderán que no es más feliz quien más tiene, sino, quien menos necesita.

La familia madura no piensa en lo que no tiene, más bien, está agradecida por lo que tiene y piensa con cuánto deseo lo buscaría si no tuviera, lo que ahora tiene.
La templanza – dice nuestro hermano Carlos Díaz - se manifiesta de cuatro maneras en relación a las cosas: 1) en la manera de conseguirlos, 2) de conservarlos, 3) de acrecentarlos y, 4) de usarlas bien.

El hombre superior ama su espíritu; el inferior, sus cosas. La persona prudente cuida sus gastos, por eso siempre gasta un poco menos de lo que gana. Quien compra lo superfluo no tardará en vender lo necesario. La templanza que lleva a vivir con lo estrictamente necesario es un lujo, un lujo bendito que comienza por educar mejor los deseos del “yo quiero”.

Si el dinero no basta para comprar todo lo que la irresistiblemente engañosa doña Consumismo nos ofrece las 24 horas del día - juguetes, ropa nueva, coche nuevo, moda actual, es decir, COSAS, aunque útiles, innecesarias - congratulémonos por estar juntos en familia, compartiendo saludos, amistad, cariño y solidaridad.

Por muy humilde que sea, siempre habrá algo sobre la mesa para acompañar el encuentro. Es mejor fortalecer el lazo familiar por presencia de tiempo compartido, que sustituir el calor de la presencia, por la abundancia de ausencias envueltas en papel de regalos. Un refrescante tereré, tortillita o chipá, podría ser buen testigo de sabrosas relaciones interpersonales, de aprecio y estima. No es necesario pompa, fastuosidad, esplendor, lujo ni alarde. Lo humilde es siempre agradable, más útil, más noble, más espiritual y más y santo, al decir de Max Scheler.

Es mi anhelo que a todos nos alcance el dinero para lo necesario y para satisfacer nuestros legítimos deseos inferiores, como también para cubrir nuestros gastos fijos como los de agua, luz y demás servicios. Mucho descaro y cinismo es gastar pomposa e inútilmente todo dinero que se gana hoy en Vyroreí, y mañana, esquivarse, esconderse y hacerle mentir al inocente hijo: “Te hace decir que mi papá no está”, cuando aparece el coreano o cualquier otro acreedor.

Anhelo también que abandonemos en los regazos del pasado los eternos vicios de acumular cosas y empeñarnos, en cambio, hacia valores superiores como la Templanza, que mucho bien nos hace a todos. ¡Feliz fin de año!
                                                               
Goyo Cataldi Viedma
Ultima Hora – Dic-2010

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